Louis van Gaal no hizo demasiados amigos dentro de las
instalaciones barcelonistas, con la excepción del entonces
presidente del club, José Luis Núñez, a quien fue fiel hasta el
punto de solidarizarse con su marcha, con renuncia incluida a dos
años de contrato. Van Gaal, sin embargo, era entonces un hombre
convencido de sus posibilidades, que dejó el Barcelona para
demostrar en Holanda que se habían equivocado con él. Su
experiencia al frente de la selección, el sueño que siempre puso en
sus contratos para no engañar a nadie, fue un completo fracaso y la
entidad que ahora preside Gaspart le brinda una segunda oportunidad
para reivindicar su valía y que le ha firmado un contrato de dos
temporadas de duración.
El prestigio de Louis van Gaal no es ahora el mismo que cuando
llegó por primera vez al Barcelona, encumbrado por la consecución
de una Liga de Campeones y con la vitola de técnico de la escuela
holandesa capaz de acabar con la fractura social que produjo la
marcha de Johan Cruyff. «L´enfant terrible» de los banquillos no
cejó en su particular guerra contra la prensa ni el día de su
marcha, cuando se despidió de los informadores con un colérico
«Felicidades», con el que daba a entender que los medios se habían
impuesto al final en el duelo contra su figura.
Louis van Gaal dejaba un trabajo sin terminar, algo que nunca le
gustó, pero lo hacía para sumergirse de lleno en su gran sueño,
crear una Holanda campeona del mundo. Apenas un año después de
coger las riendas de la selección holandesa, Van Gaal tuvo que
dimitir tras quedarse fuera de la cita de Corea y Japón. El
polémico técnico había chocado de nuevo con la prensa, en este caso
con la de su país, por culpa de un carácter que le resta mucho más
que le suma.
Ahora, a Van Gaal le llega una nueva oportunidad y, además, con
el terreno abonado en el plano deportivo tras tres años de sequía
que mantienen bajo el listón. Sin embargo, el holandés se
encontrará con las mismas caras en la sala de prensa y casi con las
mismas en el vestuario y de su reacción, la del conocido «enfant
terrible» o la de alguien que ha aprendido de anteriores
experiencias, dependerá en buena medida su futuro en Barcelona, la
ciudad que ha escogido para vivir, pero en la que le resultará
difícil trabajar.
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