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David Àlvarez - EFE
El calificativo de «enfant terrible», que recae en jugadores de difícil trato con público, rivales y compañeros, cuelga como una etiqueta de la espalda del holandés Louis van Gaal, el técnico que regresa al Barcelona, el escenario de sus capítulos de cólera más populares. El «Tú no tienes ritmo» con el que se encaró con el ahora españolista Oscar García o el «Siempre negativo, nunca positivo» con el que se enfrentó a un informador en la sala de prensa del Camp Nou son algunas de las sentencias que el holandés acuñó en su anterior etapa.

Louis van Gaal no hizo demasiados amigos dentro de las instalaciones barcelonistas, con la excepción del entonces presidente del club, José Luis Núñez, a quien fue fiel hasta el punto de solidarizarse con su marcha, con renuncia incluida a dos años de contrato. Van Gaal, sin embargo, era entonces un hombre convencido de sus posibilidades, que dejó el Barcelona para demostrar en Holanda que se habían equivocado con él. Su experiencia al frente de la selección, el sueño que siempre puso en sus contratos para no engañar a nadie, fue un completo fracaso y la entidad que ahora preside Gaspart le brinda una segunda oportunidad para reivindicar su valía y que le ha firmado un contrato de dos temporadas de duración.

El prestigio de Louis van Gaal no es ahora el mismo que cuando llegó por primera vez al Barcelona, encumbrado por la consecución de una Liga de Campeones y con la vitola de técnico de la escuela holandesa capaz de acabar con la fractura social que produjo la marcha de Johan Cruyff. «L´enfant terrible» de los banquillos no cejó en su particular guerra contra la prensa ni el día de su marcha, cuando se despidió de los informadores con un colérico «Felicidades», con el que daba a entender que los medios se habían impuesto al final en el duelo contra su figura.

Louis van Gaal dejaba un trabajo sin terminar, algo que nunca le gustó, pero lo hacía para sumergirse de lleno en su gran sueño, crear una Holanda campeona del mundo. Apenas un año después de coger las riendas de la selección holandesa, Van Gaal tuvo que dimitir tras quedarse fuera de la cita de Corea y Japón. El polémico técnico había chocado de nuevo con la prensa, en este caso con la de su país, por culpa de un carácter que le resta mucho más que le suma.

Ahora, a Van Gaal le llega una nueva oportunidad y, además, con el terreno abonado en el plano deportivo tras tres años de sequía que mantienen bajo el listón. Sin embargo, el holandés se encontrará con las mismas caras en la sala de prensa y casi con las mismas en el vestuario y de su reacción, la del conocido «enfant terrible» o la de alguien que ha aprendido de anteriores experiencias, dependerá en buena medida su futuro en Barcelona, la ciudad que ha escogido para vivir, pero en la que le resultará difícil trabajar.