Akihiro Ienaga es uno de los futbolistas más extrovertidos de la plantilla y aunque la barrera del idioma sigue siendo importante, se esfuerza por reducirla día a día. Además, ya se ha ganado el cariño de la afición isleña | Efe

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Aki pide paso. Lleva haciéndolo desde que tomó tierra en la Isla a finales de diciembre, cuando ni siquiera tenía sitio en el vestuario. Pero ahora, en apenas cien minutos de acción sobre el tapete, ha ido un poco más allá en sus reclamaciones. Al centrocampista japonés le ha bastado con mostrar su catálogo de recortes y con disparar una serie de fogonazos ante Espanyol y Valencia para hechizar al mallorquinismo y multiplicar las revoluciones del equipo en plena oscuridad. Su fútbol, exótico y diferente a lo que proyectaba hasta ahora el resto del plantel, empieza a ganar volumen y podría transformarse en uno de los mayores puntos de apoyo rojillos durante los últimos kilómetros de la campaña.

Por razones obvias, Akihiro Ienaga ha necesitado un par de meses para introducirse de lleno en la espiral de trabajo del equipo de Laudrup y disfrutar de sus primeros minutos vestido de rojo por los campos de la Liga. Llegó a España después de concluir la temporada en Japón (sólo le quedaba por delante la Copa Emperadores, el trofeo equivalente a la Copa del Rey) y además de adaptarse al cambio de país y a una competición mucho más exigente que la nipona, debía ponerse a punto físicamente, completar su particular pretemporada. Ésa es una de las razones que le han impedido ser titular hasta el momento, aunque poco a poco va cogiendo la forma y si mantiene el nivel lo normal es que su presencia sobre la hierba se vaya estirando jornada a jornada.

De momento, la figura del japonés ha crecido de forma exponencial. Se dio a conocer a principios de febrero, en el Reyno de Navarra, y desde entonces ha duplicado la cantidad de recursos que puede brindarle al Mallorca. Ante Osasuna se le notó desubicado y por momentos perdido. 23 minutos de desconcierto que, sin embargo, no empañaron la reacción del conjunto de Michael Laudrup a domicilio.

Aki empezó a ofrecer pruebas de su clase en Anoeta, cuando trató de levantar al equipo del suelo en plena debacle. Generó la mejor oportunidad ante el marco de Bravo y le activó las pulsaciones a sus compañeros, aunque al final sirviera de poco.
El asiático, que después volvió a pasar desapercibido en los veinte minutos que le regaló Laudrup con la visita del Barcelona, levantó otra vez el volumen de su discurso en el campo del Espanyol. Se presentó sobre el cuadrilátero a once minutos para el cierre y enloqueció a Javi López con un ramillete de regates que supuso la génesis del gol de la victoria, firmado por Emilio Nsue.

Esa fugaz exhibición le convirtió en unos de los reclamos para la grada de Son Moix en la cita frente al Valencia. Y como hizo cinco días antes, actuó como desfibrilador, levantó al público de sus asientos y se marcó incluso un taconazo que desnudó a la defensa visitante. Su eclosión, además, está coincidiendo con los peores momentos de Castro y Pereira, que parecen decididos a allanarle el camino.