La violencia es un problema de la sociedad que en demasiadas ocasiones ha campado a sus anchas por los terrenos de juego y, sobre todo, por las gradas. Los que insultan y los que agreden son minoría, pero siguen siendo demasiados. Sobran en el fútbol y el fútbol tiene que hacérselo saber aunque no vayan a entenderlo. Sin árbitros no hay fútbol, ni sin jugadores, ni sin técnicos, ni sin directivos, ni sin público. Este partido es cosa de todos y vamos perdiendo, pero la unidad de los árbitros para decir basta y la respuesta de la FFIB es el primer gol de la remontada.
Erradicar de golpe una lacra tan instalada en la sociedad no será sólo cuestión de un fin de semana sin fútbol. El que viene volverá a haber energúmenos en las gradas o disfrazados de jugador, pero cada vez tienen que sentirse y estar más arrinconados por todos los estamentos. El insulto no puede estar normalizado y las amenazas o las vejaciones no pueden salir gratis. La ley prohíbe la venta de alcohol en eventos deportivos, así que es hora de empezar a hacerla cumplir. Y esto que parece tan lógico no es cosa de los clubes, de la FFIB, de las instituciones o de las fuerzas de seguridad. Es cosa de todos. Pero, sobre todo, de cada una de las personas que estamos en un campo. Hacen falta campañas, herramientas y medidas consensuadas, serias y contundentes, pero el verdadero cambio nace en uno mismo, así que hagámonos responsables de lo que suceda en un deporte maravilloso que mueve a miles de personas, educa en valores y hace más por una sociedad mejor de lo que muchos creen.
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