Imagen de un nutrido grupo de jugadores del Bellver en el campo del Germans Escalas. | Pere Bota

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El mes de junio acostumbra a coronar a los campeones de todas las categorías en el fútbol base balear, pero no todas las victorias se producen en finales o acaban con alguien levantando un trofeo. Hay muchas cosas más allá que ganar o perder en las categorías inferiores y el Bellver es uno de los clubes que ha destacado en los últimos años por su labor social y su formación en valores. Su temporada 2022-23 baja el telón sin trofeos en las vitrinas, pero con la sensación de triunfo que proporciona haber contado con más de 250 jugadores federados en sus nueve equipos y todo lo que supone tener opciones de ampliar su familia a pesar de las dificultades con las que tienen que lidiar en su día a día. La ilusión, pasión y vocación de los que lo forman hacen posible que siga adelante a pesar de la falta de ayudas y de estar realizando una labor que, en muchos casos, correspondería a las instituciones.

De izquierda a derecha el vicepresidente del Bellver, Saro Titone, el presidente, Juan Lorenzo Enrique, y el secretario de la entidad Pere Joan Cladera.

El Bellver tiene su centro de operaciones en el Germans Escalas, donde se encuentran algunos de sus principales hándicaps para ofrecer una respuesta a los chicos de barrios como la Soledat, Son Gotleu o el propio Rafal que quieren disfrutar del deporte rey. Las dificultades para cuadrar horarios con el resto de clubes con los que conviven en el recinto, el coste que supone el alquiler de las instalaciones, la ausencia de gradas y de sombra, la falta de un bar o la lentitud en cualquier proceso para responder a alguna necesidad como recoger los balones que se han colado o la colocación de un simple tablón para anunciar los horarios de los partidos son algunas de las trabas con las que tienen que lidiar al no tener una sede propia como tienen muchas entidades de Ciutat que tienen adjudicado un campo municipal.

«Hacemos una labor social promoviendo que niños de clase económica media-baja puedan acceder a formar parte de un equipo y una labor de integración con niños de otras etnias y nacionalidades. Ponemos a disponibilidad una formación, educación y transmisión de valores que, en el caso de cesar la actividad de nuestro club, el 80% de nuestros jugadores no recibiría. Y esa labor social al ayuntamiento, no sólo le sale gratis, sino que además saca tajada con el alquiler del campo», explica el club.

La directiva que comanda Juan Lorenzo Enrique y que cuenta en su estructura con Pere Joan Cladera tiene clara su intención de seguir formando y haciendo el fútbol accesible a cualquier niño o niña que quiera jugar, pero tampoco oculta el desgaste que representa sufragar tantos gastos. Su recompensa es la alegría de los jóvenes y disfrutar de su pasión, pero el cansancio acumulado y la falta de respuestas de las instituciones amenaza con minar su ilusión y compromiso. La ausencia de interés de las entidades públicas y los agravios comparativos con otros clubes está comprometiendo su acción social