La derrota del Atlético de Madrid en San Mamés y el empate del Barcelona en Mestalla presentó una oportunidad de abrir brecha que el Real Madrid no dejó escapar ante un Villarreal endeble, goleado con los tantos de Jude Bellingham, Rodrygo, Luka Modric y una obra de arte de Brahim, que dan el liderato provisional al equipo de Carlo Ancelotti.
Mientras todos esperan que el Girona despierte de su sueño, el Real Madrid hace su trabajo con sus rivales directos. Siete puntos al Barcelona. Ocho a un Atlético de Madrid que tiene un partido por recuperar. Un balance inmejorable por las circunstancias en las que ha competido. Con numerosas bajas de futbolistas claves y un desgaste físico mayor al deseado.
Permiten oportunidades continuas a futbolistas que tenían otro rol en el arranque de curso. La aprovecharon Brahim y Luka Modric, para sacarse una espinita. Tras hacer público su malestar, con el enfado en Sevilla, y no redimirse en la Champions, con el fallo del penalti. La endeblez defensiva de un Villarreal que ha encajado 33 goles en 16 jornadas, fue el escenario perfecto para que el croata volviera a brillar.
Frenado en el gol en su primer intento por el travesaño que acarició su golpeo de balón instantes previos a una asistencia de seda. De primeras, metiendo la rosca perfecta al centro, medido a la cabeza de Bellingham para el testarazo del jugador que está dinamitando LaLiga. Trece goles en las quince jornadas que disputó el inglés. Música celestial para un equipo que perdió a su 9 referente, Benzema, y encontró el goleador inesperado en un centrocampista que ataca el espacio como nadie.
Fue el castigo a un Villarreal que no compareció en el primer acto y, además, jugó mermado. El morbo del reencuentro de Baena con Fede Valverde estuvo marcado por el pisotón que recibió de Lucas Vázquez que lo lesionó. Aguantó renqueante demasiado tiempo, más de veinte minutos. Como Gerard Moreno, que se torció el tobillo en un choque con Alaba. Aún no había marcado el Real Madrid y tardó en reaccionar desde el banquillo Marcelino, sin ver que sus jugadores estaban mermados. Cuando los sustituyó ya perdía 2-0.
Apenas el descaro de Ilias, que falló a centro de Pedraza la más clara, fue el balance ofensivo del equipo de Marcelino. Sostenido de inicio por Jorgensen, con buenas manos a Brahim y Rodrygo. Los dos jugadores dieron el paso al frente que les pide Ancelotti. Desequilibrando y con gol. El brasileño lo ponía con el suspense que añade el VAR, en posición legal tras un balón muerto en una acción de córner.
El Real Madrid jugaba a lo que quería Modric, recuperando su visión privilegiada al espacio sin sentirse nunca encimado por el rival. Mientras Brahim mostraba su magia con un primer regate en un palmo como anticipo a lo que regalaría al madridismo en el segundo acto. Lo hizo para frenar el intento de reacción del Villarreal.
Morales había estrechado el marcador castigando un exceso de confianza defensiva de Nacho, en el campo por una lesión con mala pinta de Alaba. También Mendy sustituido al descanso por un problema muscular. Sin Carvajal ni Militao, toda la zaga titular de Ancelotti lesionada. Parejo puso el criterio en el pase que rompió líneas, Terrats el movimiento y Morales la definición. Lunin, que se mantiene en la portería, cayó en la trampa del amago del goleador para encajar en el único disparo que recibió.
El Villarreal había comenzado a competir, con Sorloth generando más tensión entre centrales, pero aguantó en el partido lo que le dejó Brahim. Dibujó un gol de videojuego. Regate con el control de espaldas al marcaje de Mandi, aguantó la tarascada antes de lanzar dos amagos, uno a cada lado a Cuenca, para definir pegado al palo. El Bernabéu en pie rendido a una exhibición de calidad técnica que fue la sentencia.
Porque sin tiempo a asimilarlo llegó el tanto que merecía el partido de Modric. Un error en salida de balón, con perdida de Capoue, pelea de Rodrygo y balón muerto para el tanto con 38 años de un jugador del Real Madrid. Sólo Puskas lo logró con más edad.
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