Luigi Caporale, en una imagen captada en la Penya Arrabal. | Miquel Alzamora

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Ocho y media de la mañana en el polígono de Can Valero. La actividad en esa zona industrial es intensa y los vehículos de madres y padres dejando a sus hijos en el colegio Aula Balear convierten las calles en una procesión de coches que van y vienen. Frente al centro educativo se encuentra el campo Toni Tatxa, sede de la Penya Arrabal. De fondo se escucha el sonido de unas botas golpeando el balón y de unos guantes reteniendo el cuero.

Es muy pronto, pero Pablo Roca, director de la academia de porteros que lleva su nombre está entrenando a uno de sus pupilos. Un chico de 15 años, muy alto para su edad, bien formado y atlético. Solo con levantar el brazo llega a la base del larguero. Su nombre es Luigi Caporale Moreno. Es de Palma y actualmente juega en el equipo cadete de la Penya Arrabal tras pasar por el Sporting Ciutat de Palma y La Unión.

El entrenamiento ha durado unos 45 minutos. Todavía no puede ser lo intenso que al portero le gustaría porque tiene que ir poco a poco. El motivo, una leucemia que le diagnosticaron hace nueve meses, concretamente a mediados de febrero de este año. Un palo para todos. Para él, para su familia, para el equipo de la Penya Arrabal. Pero Luigi está acostumbrado a sufrir porque en la portería se padece en silencio y en solitario. Los porteros tienen algo especial, conviven en su área luchando con la incertidumbre constante de no saber por dónde podrá venir la siguiente jugada atacante del rival, con la incógnita de si podrán llegar al balón o no y de si medirán bien en la próxima salida. Es un combate constante con la toma de decisiones y no hay margen para el error. Por eso un guardameta tiene una fortaleza mental única y Luigi echó mano de ese enorme espíritu de lucha para salir victorioso de esa enfermedad.

«Me lo tomé como si fuera una lesión de larga duración» explica a Ultima Hora en presencia de Pablo Roca, su entrenador y a su vez preparador de grandes porteros repartidos por todo el panorama de la Isla y de España.

Pablo Roca, director de la academia de porteros que lleva su nombre y Luigi Caporale.

Luigi tiene la mirada curiosa, las manos grandes y los reflejos de un felino. Le falta algo de manejo con los pies, pero con el tiempo terminará dominándolo. El fútbol y los entrenamientos son parte de ese proceso de recuperación que ha durado nueve meses ¿Qué ocurrió ese mes febrero de 2024? Luigi se retrotrae a esa fecha sin temor a hablar de ello. Porque es un chico y un portero valiente.

«Sentía dolor en las piernas cuando venía a entrenar. Hubo un partido en el que me marcaron un gol que no era normal. Las piernas no me respondían como antes. Algo iba mal. Fuimos al hospital y me dijeron que sufría leucemia y he tenido que estar parado desde febrero», relataba el guardameta. «El último partido fue ante el Sant Jordi la temporada pasada y ahora espero poder jugar en la actual, tal vez por diciembre o enero», relataba. Por el momento hay que ir evolucionando y creciendo en los entrenamientos y el primer objetivo es que se encuentre mejor, pero el golpe moral que supondría volver a estar en un partido oficial sería extraordinario. «Por ahora no nos ponemos plazos, vamos a ir paso a paso y entrenamiento a entrenamiento», manifestaba Pablo Roca.

El entrenador rememora también esos momentos difíciles. «Fue más o menos el 14 de febrero y una semana después era su cumpleaños, que lo pasó en Son Espases. Tratamos de ayudarle con vídeos, con mensajes para que todo fuera un poco más llevadero».

A partir de ahí Luigi empezó a jugar el partido más difícil, pero siempre mirando al futuro con optimismo. «Durante estos meses he intentado hacer cosas, algo de fuerza, algo de resistencia, pero no es lo mismo que estar en el campo. Estos meses he estado mucho con mi madre (Marcela Moreno), ella ha sido un soporte emocional enorme para mí. Los primeros 30 días estuve en el hospital en la habitación sin poder salir. Estuve con ella y me ayudó a hacerlo todo más ameno», explicaba el portero de la Penya Arrabal.

El guardameta, en una imagen captada en la portería del campo de la Peña Arrabal.

Pese a sus 15 años es un chico muy maduro, sin duda la enfermedad y tener que afrontarla con valentía también ha influido, al igual que la decisión de ser portero. Todo unido inyecta carácter a las personas aunque sean muy jóvenes. «Me tocó hacer quimioterapia y el primer día de tratamiento fue con motivo de mi cumpleaños. Por suerte he contado con el apoyo de mi familia. No niego que al principio fue duro, lloré, no lo negaré, pero cuando sufría lo que hacía era mirar hacia adelante», relataba el futbolista.

Y es que la recuperación ha sido muy dura y ha requerido de momentos de gran esfuerzo y sacrificio. «La recuperación constó de cuatro ciclos, el primero fue de 30 días ingresado sin poder salir de la habitación. El segundo fue un poco más ameno ya que estaba un día ingresado y después me tocaba estar en el hospital de día, entraba por la mañana y salía al mediodía, y el tercer ciclo fueron cuatro días ingresado durante cuatro veces y el último también en el hospital de día. Durante ese tiempo intenté no venirme abajo. Pensaba en el fútbol y en la posibilidad de no volver a ser el de antes de la enfermedad, pero como intentaba mirar hacia adelante y ser optimista, eso me dio mucha fuerza», rememoraba Luigi.

Durante el proceso de recuperación incluso ha aprovechado para mejorar su técnica. «Me falta dominar el juego de pies y durante la enfermedad me ponía a hacer toques para tratar de mejorar. Veía partidos de Champions donde los porteros salían fuera del área con los pies y eso me servía para decirme a mí mismo que tengo que mejorar en ese concepto».

De febrero a noviembre Luigi tuvo que estar alejado de los terrenos de juego, pero desde el primer día su gran deseo era volver al césped. «Siempre pedía a los médicos cuándo podía volver a entrenar, pero ellos me decían que tenía que tomármelo con calma, poco a poco. El fútbol me vuelve loco y me hace sentir mejor en mi recuperación», asegura Luigi.

Pablo Roca es posiblemente quien mejor conoce al futbolista y también a la persona por las muchas horas de convivencia con él. Como entrenador de porteros ha dirigido a muchos de ellos en su academia y no duda en asegurar que Luigi «nos está dando a todos una lección de vida». «Su enfermedad fue un golpe muy duro, encontró el apoyo de su familia, de sus compañeros, del equipo. Yo traté de que estuviera conectado con los entrenamientos a través de vídeos y artículos de porteros para intentar ayudarle a despejar la mente. Él se desvivía por el tema de la portería y quería buscar un sitio para poder mantener viva la ilusión. Es una persona muy aplicada y quiere mejorar. Nos ha dado a todos los adultos una lección en la vida por cómo ha afrontado esta enfermedad. Una lección de optimismo, de coraje, de querer superarse. Tenemos que admirarle por cómo ha afrontado esta enfermedad. Él me ha enseñado a mí cómo afrontar las cosas. Yo siempre estuve en contacto con su madre para tener el visto bueno de los médicos para que volviera a entrenar y una vez que lo tuvimos, empezamos poco a poco».

Luigi tiene ahora unas ganas enormes de comerse el mundo. Su cuerpo necesita un proceso de recuperación y por eso los entrenamientos de Pablo van encaminados a ir poco a poco adaptando el trabajo para progresar semana a semana. «Solo bajamos un poco la intensidad y necesita algo más de tiempo de recuperación, por lo demás hace lo mismo», añade Pablo.

La mejor virtud de Luigi es la competitividad en la portería y a la hora de relatar quienes son sus ídolos, el portero enumera a varios. «En la portería Marc-André ter Stegen, por su juego de pies. Por su mentalidad, Kobe Bryant, Michael Jordan, Thibaut Courtois y del Real Mallorca me gusta mucho Greif y también me encantaba Rajkovic», indica.

Su mejor virtud es la agilidad bajo los palos, sus reflejos felinos y el factor donde más quiere mejorar es en el juego de pies. «Antes me ponía nervioso en esas acciones, pero ahora creo que ya he superado esa fase», relataba.

Sus compañeros de la Penya Arrabal han sido su otro puntal en la recuperación. Siempre le han tenido en todo momento muy presente. «Han sido espectaculares. Hugo Villar, el delantero, que es muy bueno con el balón, me dedicaba los goles formando la L con las manos. Yo los veía por la aplicación Eivo y me hacía sentir muy bien. Ángel, el otro portero, me apoyó mucho en todo momento, todos los compañeros se han preocupado por mí».

El sol gana terreno en el campo Toni Tatxa y la cara de Luigi está iluminada no solo por sus reflejos, también por la ilusión que le genera estar sobre el césped con Pablo Roca, con los guantes en sus manos y viendo de cerca la portería. Está ganando el partido más difícil de su vida y nos ha dado a todos una lección de superación.