Luka Modric consuela a Neymar y Rodrygo tras la victoria de Croacia sobre Brasil en los cuartos de final del Mundial. | LEE SMITH

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Mientras que Croacia celebraba un nuevo hito, su tercera semifinal de un Mundial en el que participa desde 1998, Luka Modric dejó un nuevo gesto de grandeza que plasma su personalidad. Lo primero que hizo fue dirigirse a los derrotados, Brasil, donde tiene grandes amigos y en el momento más duro de la carrera de Rodrygo Goes, darle consejos para que olvide cuanto antes su penalti marrado de la tanda.

Todos celebraban una nueva cita de Croacia con la historia. Todos menos Modric. Era la única camiseta arlequinada dentro del corro de jugadores hundidos de Brasil. Un abrazo a Neymar, mostrando máximo respeto al referente del rival, y directo a su objetivo: Rodrygo.

'Padre' e 'hijo', como bromean en la Ciudad Real Madrid a diario desde que Rodrygo se dio cuenta que compartía aventuras con un futbolista que apenas es unos meses menor que su padre, de 38 años.

Ese jugador es un gran valedor, el compañero que más consejos le dio para adaptarse a la exigencia de un club grande. El papel de capitán en la sombra que ejerce Luka. Ejemplo para todos de profesionalidad en el día a día. Dueño de un secreto que nadie conoce para extender su carrera sin rebajar su nivel con el paso de los años. Ya 37 y sin atisbar el final del camino.

Lloraba sin consuelo Rodrygo con el sentimiento de culpa encima. El fallo en el primer lanzamiento brasileño, tras el tanto croata, que torció desde el inicio la tanda. Del baile al llanto. La alegría mostrada por los brasileños en Qatar 2022, la filosofía con la que rebajan la tensión del momento y se liberan de tensión. Se transformó en incredulidad y llanto. Un nuevo tropiezo en un Mundial. Otra vez alejada de unas semifinales que no pisan desde hace veinte años. Una losa para un jugado de apenas 21 años.

"Fuerte, no pasa nada. Tú eres más fuerte que esto. Vas a volver fuerte. Te quiero. Te quiero. Ánimo". Fue el mensaje de Modric ante el llanto desconsolado de Rodrygo. Apoyando la cabeza de su compañero y durante 120 minutos rival en su hombro. Hablándole al oído intentando calmar su dolor. La voz de la experiencia. La de un futbolista que pasó por eso y conocía a la perfección todo lo que se agolpaba en su interior.

"Tenía pocos años más que él cuando fallé mi primer penalti en una tanda contra Turquía en 2008. Seguro que va a coger más experiencia y fuerza para seguir. Se hará más fuerte con todo esto", reconoció Modric posteriormente ante los medios. "A Rodrygo hay que felicitarle por tener la fuerza y la mentalidad para coger el balón y tirar un penalti así. Todos pueden fallar".

El futbolista con unos principios inquebrantables tras unos primeros pasos en la niñez repletos de horror por la guerra de los Balcanes. La pérdida de su abuelo en combate. La huida de su ciudad junto a su madre y su hermana. Con su padre en el frente. Escapando del horror de las bombas entre refugiados, siempre acompañado de la alegría que le dio una pelota. Su refugio en la adversidad.

Unos valores forjados a fuego que exhibe Luka en la elite y que ha provocado la admiración del mundo del fútbol. Ya eran habituales los aplausos en cada estadio que pisa en los últimos tiempos con el Real Madrid. Recibir de vuelta un reconocimiento a su comportamiento en los campos.

Su gesto, la gestión del triunfo en el momento de máxima alegría preocupándose más por el rival que por celebrar, ya es uno de los que deja el Mundial para el recuerdo. En contraste con un duelo encendido, Países Bajos ante Argentina, con un mismo final y un comportamiento opuesto. Una lección de clase. El último baile de Modric aplaza su fecha y recibe un aplauso colectivo.