Para las autoridades rusas, la celebración modélica del Mundial es un desafío en el que han empeñado ingentes recursos financieros y humanos, en un esfuerzo titánico por ofrecer la mejor cara de este país de 144 millones de habitantes en un momento de grandes tensiones.
Once ciudades y doce estadios, repartidos en una amplia geografía -de Kalinigrado, en el oeste, a Yekaterimburgo, en la frontera entre Europa y Asia- serán los escenarios del torneo. Para hacerse una idea de la magnitud de las distancias entre las sedes basta decir que Kaliningrado y Yekaterimburgo tienen una diferencia de tres horas, respectivamente.
De modo que los aficionados de América que verán por televisión desde sus países los partidos mundialistas lo harán a horas inusuales, igual que ocurrió durante el Mundial Corea y Japón.
Los hinchas que verán desde Argentina el debut de la Albiceleste ante Islandia tendrán el 16 de junio que plantarse ante los televisores a las diez de la mañana (16.00 en Moscú), que será cuando Leo Messi y sus compañeros saltarán al campo del estadio del Spartak Moscú para enfrentarse a los «vikingos».
Hasta hace algunos años Rusia tenía fama, y fundamentada, de ser un país muy caro para el extranjero, pero la crisis económica que ha traído consigo la depreciación del rublo, ha abaratado considerable la estancia de los visitantes.
El transporte es bastante más barato que la media europea, sobre todo el taxi si se pide con la ayuda de alguna de las aplicaciones de internet, que tiene la ventaja añadida de evitar malentendidos o abusos a la hora de pagar la tarifa. Un viaje al aeropuerto desde el centro de la ciudad puede salir mediante esa modalidad entre 10 y 15 euros. Un menú sencillo de dos platos en hora de almuerzo puede costar entre 250 y 400 rublos (entre casi 4 y 6 euros).
El clima
Durante el Mundial de Rusia las temperaturas máximas en las sedes oscilarán entre los 16 y 30 grados centígrados, siendo la más calurosa Rostov del Don, en el sur del país, donde jugarán, entre otras, las selecciones de Brasil, Uruguay y México. Un chubasquero en la maleta nunca está de más: el verano ruso puede sorprender con algún chaparrón más propio de los trópicos.
Si el clima en verano no es un problema en Rusia, sí puede serlo el idioma, y durante todo el año: entre los rusos, que aunque como todos los eslavos tienen una gran facilidad para aprender otras lenguas, no abundan los que hablan inglés y, menos aún, francés, pese a que esta última era la preferida de la nobleza rusa.
Es aquí donde la tecnología acude en ayuda del visitante extranjero: las aplicaciones de traducción cargadas en un móvil pueden ser de gran utilidad. Consciente de esta dificultad, el Comité Organizador del Mundial ha organizado un dispositivo de cerca de 15.000 voluntarios, distribuidos en lugares estratégicos: aeropuertos, estaciones ferroviarias, estaciones de metro, estadios y «fan zone». En todo caso, la pronunciación rusa de los nombres de las ciudades sedes no reviste mayor problema; hay algunas que se pronuncian igual que en español, como Saransk, Sochi, Rostov y Samara, o muy similar, como el de Kazán, en la que la «z» es una «s» muy sonora.
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