Hay que remontarse al torneo que albergó Francia en el año 1938 para localizar un naufragio alemán de este calibre. Desde entonces, la Mannschaft había tenido tiempo para forjar su propia leyenda disputando ocho finales y conquistado cuatro títulos.
Pero esta vez se intuía el batacazo. Alemania se plantó en Rusia con el orgullo de siempre, pero también con menos pegada, un problema que ha acusado desde su decepcionante estreno ante México (1-0). Su agónico triunfo sobre Suecia (2-1) parecía haber puesto en órbita a la tropa de Joachim Löw, pero no fue más que el paso previo a un decepcionante epílogo.
La aguerrida Corea se decidió por combatir a Alemania con la receta azteca. Se replegó y martilleó con la velocidad sus puntas. A ratos pareció que la actual campeona controlaba la situación, pero su control y posesión resultaron del todo ficticios. Las mejores ocasiones fueron para los asiáticos, que acabaron sacando tajada a la tensión que fue acumulando su adversario para marcharse por la puerta grande.
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