Los miembros del COI que se reunirán en marzo en Lausana para votar
las medidas tomadas este fin de semana por la Ejecutiva se
enfrentan al reto de perder gran parte de su poder, incluida la
elección de la sede de los Juegos Olímpicos, a cambio de devolver a
este organismo la imagen perdida por los casos de corrupción.
Juan Antonio Samaranch, que reiteró ayer que no piensa dimitir,
se ha mostrado convencido de que la Sesión respaldará tanto la
expulsión de los infractores como el cambio en el sistema de
designación de los Juegos. Pero quizá no resulte tan sencillo que
los integrantes del Comité acusen públicamente con el dedo a sus
compañeros y, además, se presten a ceder su principal función a un
pequeño grupo de 15 personas, algunas ajenas al organismo.
Seis miembros del COI fueron expulsados el domingo, por
«comportamiento indebido» relacionado con la candidatura de Salt
Lake City a los Juegos de Invierno del 2002, pero esta
investigación continúa abierta a la espera de documentación
complementaria en los casos de otras tres personas, dos de ellas
pesos pesados en el Movimiento Olímpico: el ruso Vitali Smirnov y
el surcoreano Un Yong Kim, actual miembro de su Ejecutiva.
Una estructura basada en el culto al jefe
La prensa británica y estadounidense, poco convencida por las
medidas anunciadas por el Comité Olímpico Internacional (COI) para
intentar zanjar el escándalo de corrupción que protagoniza, pidió
ayer lunes la dimisión de su presidente, el español Juan Antonio
Samaranch.
«Para evitar que los Juegos Olímpicos queden empañados para
siempre es necesaria una limpieza en profundidad. Y el presidente
Samaranch debe ser el primero en marcharse», estima The Sun, el
diario británico más leído.
La prensa es unánime a la hora de estimar que la reputación de
la institución no podrá ser restablecida si se contenta con las
seis exclusiones anunciadas en Lausana y con profesiones de fe de
cara al futuro.
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