Chelsea FC es sinónimo de insólito, extranjero, desusado. El club
de Stamford Bridge ha dinamitado la teoría del balompié inglés, ha
borrado la estampa habitual de un fútbol obligado a enviar más de
100 balones aéreos a la testa de un delantero espigado y recio.
Ed de Goey y Dimitri Kharine forman en la portería. El
cancerbero holandés que llegó del Feyenoord ha traspasado la
barrera de los 30 años sin olvidar su agilidad, sobriedad y
seguridad. Lento en los movimientos laterales, es un valor en el
juego aéreo. Kharine llegó del frío de Moscú con etiqueta de
portero de lujo y ahora se encuentra a la sombra del tulipán.
La zaga inglesa es sobresaliente. Leboeuf y Desailly (franceses
y actuales campeones del mundo) forman una pareja de centrales que
combina fuerza, elegancia y marca. El ex jugador del Milán ejerce
el papel de destructor y Leboeuf es el encargado de facilitar el
tránsito del balón hasta zonas más oxigenadas. Especialista en la
estrategia. Ferrer y Le Saux habilitan los flancos. El catalán es
rápido, bueno en la marca y de técnica aceptable. El internacional
inglés presenta un toque excelente y enorme verticalidad.
El centro del campo es versátil. Dennis Wise destruye, pelea y
recorre cantidad de kilómetros. Juega por delante de la defensa y
cuenta con Babayaro y Di Matteo por las bandas. El nigeriano es muy
rápido y con enorme proyección ofensiva. Poyet completa el rombo:
el uruguayo es un llegador, el hombre gol de la zona ancha. Define
y crea adicción.
Zola es la referencia en ataque. Crea, inventa, ejecuta y
aglutina toda la ofensiva. Es la estrella, el suministrador de
balones para Flo, un delantero alto, fino y con olfato de gol. Es
un lujo de equipo. Un peligro.
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