Objetivo cumplido. El fútbol se erigió en el único protagonista,
los hooligans escondieron su cara más violenta y la fiesta pudo
vivirse desde el inicio en un Lluís Sitjar preparado para cualquier
imprevisto. La cordura se impuso y el pre-partido se saldó sin
disturbios, rodeado de unas medidas de seguridad sin precedentes en
la isla y con un ambiente inmaculado entre dos aficiones que
evitaron cualquier amago de enfrentamiento.
El espectacular dispositivo policial anuló el miedo, aparcó la
euforia inglesa y permitió a los aficionados mallorquines respirar
aliviados ante la avalancha de hooligans que se dieron cita en los
aledaños del Lluís Sitjar. Cien miembros de seguridad contratados
por el club, cuatrocientos agentes de la policia nacional, entre
ellos, varias dotaciones desplazadas de la peninsula, una unidad de
caballería procedente de Valencia compuesta por doce caballos que
controlaban el viejo Fortí desde las 17.30 horas, un grupo de doce
perros procedentes de Madrid y hasta un helicóptero que controlaba
desde el aire todo lo que sucedía velaron por la seguridad
controlando al máximo el grueso de aficionados del Chelsea.
El punto álgido de la tarde, las puertas 11 y 12 situadas en la
calle Gómez Ulla y por donde tenían que entrar la mayoría de
seguidores ingleses, comenzó a recibir el flujo de aficionados de
manera ininterrumpida a partir de las 18.15 horas. Muy controlados,
la mayoría bastante ebrios y entonando típicos cánticos de apoyo a
su equipo, los hooligans fueron entrando en el campo, totalmente
cacheados y directamente a la barra de bar situada debajo de la
grada del gol sur del estadio mallorquinista. Objetivo: agotar las
existencias de cerveza, aunque estas fuesen sin alcohol debido a la
prohibición de servir bebidas alcohólicas en cualquier recinto
deportivo. Era igual, lo importante era beber, entonarse y
disfrutar de la fiesta. Luego, el partido dictaría sentencia. Otro
sector, más pequeño y situado en torno a la afición local, apuraba
hasta el último minuto y monopolizaba los bares de los alrededores
de la Plaza Barcelona que se encontraban abiertos, esto es, el Bar
Encuentro o el Bar Londres, en busca de cerveza y juerga, mucha
juerga.
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