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Magaluf sobrevivió en la intimidad al choque más tenso de la historia del Mallorca. Apenas unos cuantos seguidores ingleses restaron en Calvià y no se desplazaron a Ciutat para seguir las evoluciones del encuentro desde el Lluís Sitjar. Muchos de ellos se agolparon en los Rent a Car y en las paradas de autobús para intentar en el último suspiro buscar un hueco entre los elegidos que vieron el partido. Guardia Civil y Policía Local montaron un dispositivo que sólo debió actual la noche anterior al choque, cuando dos jóvenes aficionados del Chelsea causaron daños en un bar y tuvieron que ser detenidos. Una mácula insignificante en las horas previas al encuentro. Luego, paz. Los bares y pubs de Punta Ballena acogieron a los hinchas que no contaban con entrada y que preferían la tranquilidad y el sillón, al tragín del estadio. Se respetó la Ley Seca, porque la demanda fue escasa. Las calles de Magaluf y Palmanova rezumaban tranquilidad durante match. Luego, llegó la decepción entre los escasos seguidores británicos.