El Mallorca ya está en la tierra de los sueños. Trajeado y en
pleno, llegó al grupo de Cúper a Birmingham, la ciudad que durante
los próximos días dará cobijo a algo más de seis mil almas rojas
procedentes del Mediterráneo en busca de un poco de gloria. 83 años
después, el Real Mallorca se ha plantado en una final continental,
la última Recopa. El tránsito europeo del conjunto balear ha
acentuado su estigma ganador y nadie se atreve a marchitar con
dudas y sospechas una frase que ha acuñado la propia plantilla: «Lo
mejor todavía está por llegar».
La Lazio, un equipo construido y diseñado para ganarlo todo,
sólo infunde respeto. De hecho, su última secuencia en la liga
italiana ha dejado claro que el fútbol sigue estando por encima de
inversiones multimillonarias y constelaciones de jugadores
prohibidos. El corazón sigue abriendo puertas y más puertas en el
planeta fútbol y esta final aglutina todos los condicionantes para
que la gane un equipo repleto de héroes.
Huérfano de políticos, la expedición balear sólo tuvo como
compañera de viaje a un centenar largo de periodistas y el sombrero
del presidente Guillem Reynés, una prenda que alcanzó fama en la
Supercopa de España y que por tanto cabe vincularla al éxito. No
obstante y objetos de culto ganador al margen, la plantilla del
Mallorca disimuló con éxito rotundo la ansiedad que se supone
siempre a los días previos a un partido grande. Será por el
cargamento de prensa rosa con el que se hicieron algunos
futbolistas en el propio aeropuerto de Son Sant Joan o simplemente
porque este equipo se está acostumbrando a jugarse cosas
importantes.
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