Hablar de Segunda B en Baleares es como danzar sobre un alambre.
Los equipos insulares han ejercido siempre de funambulistas sobre
una categoría maldita y ruinosa y sus experiencias en el tercer
escalón del balompié nacional han destacado por numerosos
desequilibrios económicos. En las últimas fechas tan sólo Sóller y
Mallorca B han llenado el hueco y sus trayectorias antagónicas les
enviaron a dos escalones muy diferentes: Preferente y Segunda
División.
Cerca de dos millones cuesta disputar este segundo ciclo y un
ascenso dispara el presupuesto hasta los 75 millones
(confeccionando una plantilla para asegurar la permanencia) y
obliga a reestructurar la entidad (de amateur a semiprofesional).
Los conjuntos mallorquines que afrontan la liguilla tienen motivos
para buscar el ascenso:
El Constància tiene buen apoyo económico y deseo de crecer. Buen
técnico y jugadores jóvenes. El Novelda, su principal rival.
El Ferriolense quiere aprender. Busca experiencia y la sorpresa.
Depende en gran medida de las opciones del Elche B.
El Poblense podría convertirse en equipo asimilado del Mallorca. Ya
tiene varios cedidos. El presupuesto del Orihuela, su principal
enemigo.
El Atlético Baleares necesita dar el salto. Pierde afición y
dinero. Su grupo es muy fuerte. El Manlleu es el enemigo a
batir.
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