El último punto es maldito. El filial es incapaz de avanzar y a
muchos de sus futbolistas se le han anquilosado las piernas. El
grupo balear no gana desde el pasado 10 de mayo (2-0 al Ourense) y
su último ciclo de competición sólo arrastra déficit. Así, la
permanencia se ha retrasado tanto que, ante el Hércules, el
Mallorca B tiene la perentoria necesidad de sumar para asomar la
cabeza. Basta un punto, o incluso una derrota de Barça B o Eibar,
pero el conjunto mallorquín necesita puntuar para fulminar toda
combinación posible y cerrar el curso con notable. Es la última
jornada y no hay margen para el error.
El equipo de Nando Pons sigue empecinado en ponerle
interrogantes a su futuro. Se echó tierra encima ante el Recreativo
(desaprovechó una ventaja de dos goles), agotó todo el manual ante
el Mérida (empató sin excesos), dio un paso al frente ante el
Leganés (0-0 y golaverage ganado), perdió la cabeza ante el Badajoz
(con el triunfo aseguraba la salvación) y acabó desquiciado ante
Osasuna (un punto era suficiente y perdió sin paliativos). Cinco
jornadas sin ganar y sin sellar el pasaporte que le permita
prolongar su estancia en la categoría de plata.
Pons, hastiado de sufrir, se ha cansado de repetir que «los
nervios están atenazando a la plantilla». Muchos ascenderán al
primer equipo la próxima temporada, algunos abandonarán la entidad
y otros dependen de sus equipos de origen. El mapa del conjunto
bermellón sigue plegado.
La última jornada unifica horarios. El filial estará pendiente
de Logroño, Eibar y Las Palmas. Mientras el conjunto rojillo recibe
al Hércules (los alicantinos están descendidos), el Leganés viaja
hasta La Rioja para enfrentarse al Logroñés. Los rojiblancos no
tienen asegurada la salvación, pero la rozan. Los madrileños
necesitan puntuar.
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