El filial del siglo XXI cambia de filosofía, de objetivos, de
rostro, de inquilino en el banquillo y de jugadores. El descenso ha
dinamitado las estructuras del club y el polvo que ha levantado la
caída del edificio va a cubrir gran parte del entorno del Mallorca
B.
Algunos, después de presenciar la pretemporada en Huesca,
advirtieron a la cúpula del Real Mallorca SAD que con este conjunto
la salvación era una utopía. Llegó una cantidad desorbitada de
foráneos sin nombre, futbolistas entre la proyección y un pasado
curtido, y con interrogantes sobre su currículum. Hubo fichajes
esperpénticos (Mota y Caracol han pasado desapercibidos), despidos
sin sentido (Gibanel o Rubio) y el lastre caído desde de la primera
plantilla (Tristán, Douglas y Valerón). El bloque de Segunda B
quedó fracturado y la lista de Linares no fue respetada, más bien
vulnerada. La renovación del técnico gaditano era una farsa, porque
muchos pensaban que su periplo en el filial acabaría con la misma
celeridad con la que se había consumado el ascenso. El inicio ya
estaba manchado.
Los resultados de la pretemporada no fueron espectaculares, pero
el arranque de competición resultó brillante: cuatro victorias en
cinco jornadas. Compartiendo privilegios con el Numancia, el grupo
de Linares circuló durante varios días por una carretera que no
conducía a su objetivo, la permanencia. Después de enlazar ocho
jornadas sin ganar, el club prescindió del entrenador que había
logrado el ascenso y lo sustituyó por «un hombre de la casa», como
se cansó de espetar Guillem Reynés en la rueda de prensa. Así se
cerraba la tragicomedia diseñada para acabar con Linares e
implantar a alguien de confianza y que no alzara la voz. Nando Pons
era el nuevo inquilino del banquillo.
Pero nada cambió. El filial nunca pisó Son Bibiloni, en
diciembre llegaron pocos refuerzos (Mota y Alyson, ambos
prescindibles) y el conjunto rojillo arrastraba el mismo déficit:
carencias en defensa, poca imaginación en el centro del campo y
excesivo individualismo en el ataque. Luego, el descenso,
declaraciones desafortunadas (Ballester, Parés y Servera se han
desvivido por el equipo), lágrimas y resignación. Es tarde. El
filial está en Segunda B.
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