Por fin, la selección enterró los complejos y dio rienda suelta
al corazón y al carácter. El equipo español fue otro muy distinto
al que perdió contra Eslovenia, demostró la ambición que debe tener
cualquier aspirante a un puesto de honor en este intrincado Europeo
y que ya ha dejado fuera a equipos tan potentes como Grecia, y se
transformó en ese conjunto sólido y valiente que el pasado verano
acabó quinto en el Mundial.
Los jugadores españoles, muy dolidos por la desgraciada tarde
contra los eslovenos, echaban chispas por los ojos desde el mismo
instante en que pisaron la pista en una mezcla de rabia y ansiedad
que cogió totalmente desprevenida a Rusia. En los ocho primeros
minutos, el equipo nacional tradujo todo ese coraje contenido en
seis jugadas de tres puntos, bien desde la línea de triples o con
acciones de cesta más adicional, que disparó las diferencias en el
marcador hasta un sorprendente 11-22 rematado por Roberto Dueñas.
Esa superioridad marcó la tónica del encuentro que sin embargo
finalizó con un apretado 69-72.
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