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De Cerdanyola al Nou Camp pasando por el Bernabéu, la Romareda y el Lluís Sitjar. Dani García regresa a casa once años después de hacer las maletas y de aprender a vivir en una jungla llamada Madrid. Cuando esa mañana del mes de septiembre del año 88 sus padres le dejaron en la capital de España pocos podían pensar que casi una década después, Daniel García Lara, se convertiría en el futbolista español más caro de la historia. Ni él lo pensaba aunque siempre confió en sus posibilidades. El delantero es ahora una estrella del fútbol internacional. Su fichaje por el Barcelona está rodeado de una gran espectación. Ser catalán y llegar recomendado al club por Louis Van Gaal no es fácil pero Dani nunca lo ha tenido fácil. «¿Acaso alguien cree que es fácil dejar tu familia y tu pueblo y marcharte con 14 años a Madrid?», recordaba el jugador. «El fútbol me ha enseñado mucho y con el fútbol he madurado a un ritmo frenético, no había más remedio. O te espabilabas o fracasabas, así de claro». Cada día Dani entrenaba con fe y observaba el Benabéu con un templo situado en pleno Paseo de la Castellana. Los años de aprendizaje en la Ciudad Deportiva y la lucha y el esfuerzo realizado llevaron a un joven de apenas 20 años a debutar en Chamartín. El éxito era casi seguro pero sin apenas tiempo para darse cuenta un compañeros suyo, un tal Raúl González Blanco, exigió todo el protagonismo. Dani vio como su amigo jugaba más y contaba más para el entonces técnico blanco, Jorge Valdano. Dadas las circustancias emigró a Zaragoza donde volvió a triunfar y lo hizo junto a otro conocido, Fernando Morientes. La buena temporada le llevó otra vez a la capital pero entre Suker, Mijatovic y Raúl, el entonces técnico blanco, Jupp Heynckes, le negó algo tan justo como una oportunidad. Ya en Palma cubrió un ciclo pletórico. Ha sido el máximo goleador, ha alcanzado la internacionalidad y el Barcelona le ha fichado. Tal vez la suerte cambió desde que se situó en el tobillo derecho un tatuaje en forma de genio.