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El talento de dos futbolistas desequilibrantes "Fernando Morientes y Raúl González" dictó sentencia y dibujó un gazapo supino sobre la hoja que narra el estreno liguero del Real Mallorca. Un minuto y unos pocos segundos fueron suficientes para empañar una jornada histórica y variar la propiedad de un partido sin ritmo y que reservó un macabro final para los baleares.

Tardó el Real Madrid en tomarle el pulso al partido, aunque su fútbol mejoró en algunos aspectos a medida que avanzó el cronómetro, básicamente porque puso de su lado la posesión del esférico. Con el balón en sus pies, el conjunto blanco evidenció que su delantera es un lujo letal que muy pocos pueden permitirse. Morientes y Raúl disfrutaron de dos opciones extraordinarias para desequilibrar el marcador, pero Fernando Niño y el palo izquierdo de Burgos evitaron que el partido se torciera para los baleares en un primer acto en el que Carlos Domínguez fue la principal referencia del Real Mallorca. Vicente Engonga quedó en manifiesta inferioridad y la propiedad del esférico cambió de bando. Ibagaza, el enganche balear, apenas entró en juego y casi toda la productividad ofensiva se generó en la banda por la que se mueve Stankovic.

Pese a la escasa verticalidad que tuvo el juego del Mallorca, el Real Madrid nunca dio muestras de consistencia. A Toshack le queda mucho trabajo por hacer en todos los sentidos porque su periodo de dominio lo marcó la jerarquía de algunos de sus futbolistas, nunca por la imposición de un estilo o por el resultado de un trabajo de equipo. De hecho, la fragilidad del equipo blanco quedó de manifiesto en apenas un minuto. Siviero derribó a Morientes en el área cuando la segunda parte no había hecho otra cosa que nacer. Losantos Omar no dudó en sancionar la acción con pena máxima, pero Germán Burgos paró el disparo de Fernando Hierro "seco y al centro. Pocos segundos después, el partido cambiaba de manos. Illgner erraba en la salida de un córner y Carlos no tuvo más trabajo que empujar el balón a la red.