Sin tiempo para digerir el traspiés del sábado, Mario Gómez ha
puesto a rodar el engranaje con los ojos puestos en el próximo
miércoles. Un billete hacia el sumo templo del fútbol continental
aguarda a unos hombres encorajados. Sólo el Molde, a priori una
víctima fácil, se interpone en el camino de uno de los equipos más
respetados dentro de la esfera continental.
Carrera continua y un pequeño partido fue la estrategia diseñada
por el de Mar del Plata para que la atmósfera del olvido envolviera
en la tarde de ayer Son Bibiloni. Algunos acusaban el cansancio
mental que una derrota inmerecida provoca, y más cuando es un
grande el que la propina. Otros, arrastraban molestias atribuidas a
un césped marcado siempre por la polémica. La contractura de Germán
Burgos y las molestias que sufre en el muslo derecho Vicente
Engonga no encienden la luz de alarma en la enfermería
mallorquinista, que cuenta todavía con Leo Biagini como principal
inquilino, aunque la evolución del punta es todo lo correcta que se
podía esperar.
Quien sin duda vivió ayer un momento especial fue Miquel Àngel
Nadal. El de Manacor volvió a encontrarse durante unos minutos con
la afición que le vio crecer y madurar como futbolista, y eso no
pasó de largo. «Fue un día especial, pues cuando sales te sientes
con una mayor responsabilidad hasta que no te encuentres dentro de
los esquemas del equipo, además siempre te surgen inquietudes, pero
al final sólo te queda el mal recuerdo de haber perdido un partido
en estas circunstancias».
La primera cita oficial con sus nuevos compañeros no fue del
todo redonda, pues «todo el vestuario quedó decepcionado, ya que
hicimos un gran esfuerzo, pero en el fondo esto sólo acaba de
empezar y se ha de seguir luchando, ya que queda toda una Liga por
delante, y el miércoles una oportunidad única de meternos en la
Liga de Campeones. Los partidos no acaban en el minuto 90, sino
cuando pita el árbitro», concluyó Nadal.
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