Tumbar al Granada no está al alcance de todos. El andaluz es un
equipo que amalgama muchas cosas interesantes, principalmente
porque su repertorio técnico es superior a cualquier equipo de los
que andan por la LEB, aunque en ocasiones son algunos aspectos no
tangibles los que inclinan la balanza.
Granada no supo hurgar en un problema propiciado por la anarquía
colectiva que exhibió el Bàsquet Inca durante sus primeros veinte
minutos oficiales y en el segundo acto se encontró con un equipo
que cambió el manual, apeló al orgullo y esparció muchas dosis de
talento. Bajo estos principios se cosió un éxito que debe valorarse
en su justa medida: Granada es un nombre con peso en el baloncesto
nacional y el Inca un equipo totalmente nuevo y sin hábito
ganador.
El grupo de Olmos no ha tardado en ilusionar, pero también ha
estrenado el curso reeditanto algunos errores que exhibió durante
la pretemporada. Uno de ellos lo personifica Jeff Chambers. Su
tendencia a jugar lejos del aro suma poco y resta mucho al equipo.
El estadounidense rectificó su posición cuando el partido escurecía
y el Inca levantó la cabeza, aunque el problema es complejo,
básicamente porque es innato. Chambers siempre ha jugado lejos del
aro. «Está claro que no lo vamos a solucionar de inmediato, pero el
jugador sabe lo que quiero de él. Mantenemos una buena relación, no
hay ningún pulso personal, pero necesita tiempo para adaptarse a la
posición de cinco y también a la propia competición», ha
significado Paco Olmos.
Roman Rubchenko, llamado a ser básico en el dibujo del nuevo
Bàsquet Inca, exteriorizó la calidad individual que atesora, pero
sus porcentajes fueron pobres y vivió un buen trayecto del partido
sentado en el banquillo. El ucraniano intentó agradar, pero a su
repertorio le sobró anarquía.
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