En Inca nadie quiere ponerse límites. El estreno ganador que ha
firmado el grupo de Olmos en el Palau ha rearmado la confianza del
plantel y ha licenciado el nuevo proyecto. El pasado más reciente,
el mismo que narra el esperpento de un equipo abonado al fracaso,
ha perdido influjo y el futuro genera cosas interesantes. El origen
del cambio se sustenta en una plantilla solvente y un entrenador
que propaga un discurso ambicioso. Olmos, pese a su extrema
juventud, parece haberse granjeado el respeto del ejecutivo y
también de una hinchada que tras la revolución aplicada por el
preparador valenciano recibe buenas vibraciones.
El curso de la enmienda ha echado a andar y el Bàsquet Inca mira
hacia arriba. Tumbó al Granada elaborando todo un tratado de
orgullo y ahora observa como la escasa entidad de los rivales que
se avecinan "a excepción del inminente desplazamiento a la pista
del Lucentum Alicante" pueden propiciar una toma de impulso.
Olmos no quiere plantearse objetivos a largo plazo, quiere a un
equipo que siempre tenga a la tensión como compañera de habitación,
aunque también piensa en la Copa Príncipe de Asturias, el premio
que reciben los equipos que mejor balance presentan al término de
la primera vuelta. «Siempre he dicho que debemos ir partido a
partido y que lo importante es la Liga y llegar bien a los
playoffs, aunque también es cierto que si estamos bien en la
competición regular, lo más probable es que podamos jugar la Copa»,
ha significado Paco Olmos en sus últimas intervenciones
públicas.
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