Es la excepción que confirma la regla de la precariedad económica
imperante en el fútbol checo. A diferencia de la práctica totalidad
de los equipos que componen la liga de aquel país, el Teplice es un
club solvente y bien estructurado, una entidad en alza respaldada
por unas arcas saludables que le permiten encarar el futuro con una
cierta arrogancia. Sustentado por el patrocinio de la todopoderosa
Glaverbel Czech As, una empresa dedicada a producir cristal
industrial, el próximo rival del Real Mallorca en la Copa de la
UEFA es, en suma, el club rico de un país donde el fútbol está
todavía a años luz del multimillonario tinglado en que se mueven
las ligas occidentales.
Sentado en un suntuoso despacho de la sede de la entidad, el
presidente, Stepan Popovic, resta importancia a la envidiada
solvencia económica del club. «No voy a hablar de cifras porque no
me gusta desvelar nuestro presupuesto, pero le puedo asegurar que
el Real Mallorca mueve mucho más dinero que nosotros» afirmaba ayer
Popovic a los enviados especiales de este periódico.
Al margen de las diferencias que existan entre Mallorca y
Teplice en el capítulo monetario, lo cierto es que los dos rivales
presentan un cierto paralelismo en el aspecto deportivo: ambos
desperdiciaron la posibilidad de jugar la Liga de Campeones (los
checos cayeron ante el Borussia de Dortmund al perder los dos
partidos (0-1 y 1-0), los dos sufrieron para solventar su primera
eliminatoria en la UEFA y, en lo que concierne a sus respectivos
campeonatos nacionales, tanto uno como otro están viviendo horas
bajas.
El modesto discurso de Popovic es compartido por Josep Pesice,
el técnico del primer equipo, que fue más allá que su mandatario y
subrayó la hegemonía del Real Mallorca tanto en lo económico como
en lo deportivo.
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