Ramón Servalls, director de Relaciones Externas, a la izquierda, muestra la tablilla con el nombre del Mallorca. A la derecha, el director del Mónaco.

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Si a cruzarse con el Mónaco en los octavos de final de la UEFA se le puede llamar suerte, el Real Mallorca tuvo ayer la ración que se le negó cuando quedó encuadrado en el «grupo de la muerte» en compañía de Juventus, Parma y Roma.

Desde las doce del mediodía de ayer, el club bermellón alberga una legítima esperanza por alcanzar los cuartos de final. Con los italianos que apechuguen otros. El Celta por ejemplo, que se jugará su supervivencia ante la «Vecchia Signora» en uno de los enfrentamientos estelares de la ronda.

El balance de lo que deparó la jornada en el Hotel Internacional de Ginebra fue recibido con un comedido optimismo en el seno de la entidad mallorquinista. El Mónaco era el mejor rival posible pero su excelente campaña en la liga francesa "es líder, además del equipo más goleador del campeonato" y su condición de asíduo de las competiciones europeas en los últimos años "la pasada temporada llegó a semifinales de la Liga de Campeones" son circunstancias que ayer se tuvieron muy en cuenta en la Plaza de Barcelona, donde reina la confianza pero no la euforia.

Además, la suerte ayer no fue completa. El sorteo estableció que el primer encuentro se dispute en Son Moix, por lo que todo apunta a que la eliminatoria se decidirá en el Principado. Sobre este asunto, tanto el consejero delegado Mateo Alemany como el director de relaciones externas, Ramón Servalls, coincidieron en señalar que el Mónaco contará con una ventaja más teórica que real. Sobre todo teniendo en cuenta el frío ambiente que reina en su recinto, donde semana a semana alrededor de quince mil personas asisten indiferentes a la buena campaña del equipo. Comparado con el gélido Luis II, Son Moix parece un estadio turco.

Ante la evidencia de que la eliminatoria no se disputará en las gradas, sino en el césped, Vázquez y su cuerpo técnico comenzarán los próximos días a estudiar en profundidad a una formación que se ha convertido en el orgullo de Montecarlo.