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El Mallorca lo tiene bien con Dios de un tiempo a esta parte. Con anterioridad fue Carlos Àngel Roa quien veneró en todo momento al Altísimo y lo tuvo presente en todas sus referencias deportivas y personales. El arquero de Santa Fe llevó sus creencias al punto máximo y lo dejó todo para seguir con fidelidad la palabra de Dios.

Ahora es Leo Franco quien también tiene al Creador en su boca y agradece en todo momento su ayuda y disposición. «No creo en la suerte "asegura Leo" creo en Dios». De hecho el joven guardameta rojillo hizo un guiño al cielo al detener el penalti a Larrazábal. Los dos porteros, uno totalmente consagrado como Roa, y otro que lleva camino, Leo Franco, tienen una calidad fuera de toda duda y están totalmente convencidos de que la fe mueve montañas. Sus creencias son muy intensas, pero hay matices muy importantes.

Roa prometió dedicarse por completo a Dios si lograba jugar un Mundial. El «Lechuga» estuvo en Francia y al año siguiente colgó los guantes. Leo por su parte no duda que jugará al fútbol hasta los cuarenta. «Si sigo aquí en la Isla tendrán que aguantarme hasta los cuarenta años», bromea Franco. «El fútbol y la religión son compatibles, desde mi punto de vista» asegura el portero hispanoargentino.

El que fuera gran estrella del Mallorca y catalogado por muchos como el mejor portero del mundo ha seguido el camino que él deseaba y ha encontrado la felicidad. El ex portero estará esta semana en Palma y si lo desea incluso podrá entrenar a las órdenes de Fernando Vázquez.

Leo por su parte acaba de empezar a hacerse un nombre en el fútbol español. Sus actuaciones han maravillado a propios y a extraños y ha nada más y nada menos que sentando en el banquillo al cancerbero de la selección argentina de fútbol. «Soy consciente de ello, pero lo que yo hago es trabajar cada día y estar lo mejor posible en cada partido para que el entrenador continúe confiando en mí», dice Leo. El actual portero titular es católico, aunque su profesión le impide en muchas ocasiones ejercer como a él le gustaría. Franco admira a Roa y de su boca sólo salen palabras de agradecimiento. «De Carlos guardo un recuerdo imborrable. Él me ayudó mucho cuando llegué y me encontraba solo. Me invitaba a su casa, comía con él y le agradezco mucho los detalles que tuvo siempre conmigo», dice Franco.