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18 de mayo de 1998. El Mallorca B cierra la fase regular en Santa Coloma empatando ante la Gramanet (3-3). Situado en el tercer escalón tras la última jornada, el grupo de Jesús Linares accede a la fase de ascenso. Granada, Cáceres y Bilbao son los escenarios en los que el filial consuma su gesta. 25 de marzo de 2000. El filial empata ante el Barça B (0-0) y es cuarto. Dos años después, el segundo equipo balear firma una trayectoria similar. Ocupa plaza de privilegio, sigue invicto en la segunda vuelta y acaricia el segundo ciclo.

Son dos equipos miméticos en contenido y distintos, en filosofía y objetivos. La llegada de Beltrán al trono presidencial amplió la visión del club. Un buen día entró en el vestuario del Miquel Nadal y le prometió a la plantilla que si lograba la permanencia en Segunda B, al año siguiente confeccionaría un equipo para dar el salto a la división de plata. Aquella promesa se cumplió; diseñó un colectivo excepcional entorno a Jesús Linares (ex jugador del Cádiz) en el que sobresalían Albert Luque, Josemi, Maldonado y César Gálvez. La intención de ascender respondía a una cuestión puramente económica: quinielas, derechos de televisión y traspasos.

La dimensión que tuvo el equipo balear fue histórica. Pero con el conjunto de Cúper arrasando en la competición doméstica, el filial servía simplemente para tapar agujeros. Pero el descenso obligó a la metamorfosis. Despedidos un buen manojo de futbolistas, la intención del club (que había fracasado sustituyendo a Linares por Nando Pons) era la de formar un bloque de jugadores jóvenes en proyección y que fueran la futura base del primer equipo. Pep Bonet tiró de la agenda para contratar a un puñado de jugadores que han tardado un par de meses en sacar oro del Lluís Sitjar. Con Juan Ramón López Caro como inquilino del banquillo, el conjunto rojillo ha logrado subrayar sus objetivos: Vázquez ha echado mano de su plantilla a lo largo del curso (y lo sigue haciendo) y sus dígitos son inmaculados. Hasta los juveniles han tenido un hueco y ahora la participación de algunos resulta imprescindible.

La historia se repite. Este equipo es más tierno, pero su progresión es idéntica.

Los inquilinos del banquillo
Jesús «Chico» Linares y Juan Ramón López Caro han sido los últimos dueños del vestuario del filial en Segunda División B. Amigos lejos de la hierba, ambos técnicos siguieron una trayectoria paralela hasta llegar a Ciutat. El gaditano dirigió al Manchego, un equipo modesto al que metió en la fase de ascenso. No consumado el asalto a Segunda, aterrizó en Palma. Subió al filial y fue despedido ya en la categoría de plata. El sevillano hizo campeón del grupo IV al Melilla y la suerte le dio la espalda en la fase de ascenso. Cumple su primera temporada en el Mallorca B y algunos lo señalan como futuro inquilino del banquillo de Son Moix.