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FELIPE RECUERO - EFE
La octogésima séptima edición del Tour de Francia, que comenzará hoy con una contrarreloj individual en el parque temático de Futuroscope y terminará el día 23 en los Campos Elíseos de París, echa mano del pasado y vuelve a un trazado más clásico aunque no por ello menos duro y selectivo.

En el afán de «saneamiento» del ciclismo y de la carrera, los dirigentes del Tour, con su director general Jean Marie Leblanc al frente, han apostado por un itinerario más suave, con tan sólo cinco etapas catalogadas de alta montaña de ellas tres con final en alto y recuperar la contrarreloj por equipo ausente desde 1995. Se busca, según el mandamás de la carrera «rigor y autenticidad deportiva» en la versión del 2000 para la prueba ciclista más importante del ciclismo. Serán cerca de 3.600 kilómetros repartidos en 21 etapas, con dos días de descanso, de las cuales una de esas jornadas será bajo la modalidad de contrarreloj por equipos y dos cronometradas individuales que mantienen la ubicación de temporadas anteriores: el primer día y el antepenúltimo. En total 144 kilómetros de los cuales 75 son individuales.

Para contrarrestar se ha suavizado un poco la montaña y se ha roto el equilibrio de las dos grandes cordilleras Alpes y Pirineos. Se subirán primero los Pirineos con tan sólo un final en alto, en la décima etapa, en Hautacam. Los Alpes están en la parte final de la carrera con dos finales de alta montaña: Courchevel y Morzine. El otro final al pie del Mácizo Central en la mítica montaña pelada de Mont Ventoux. El menú montañoso se completa con la 14a. jornada entre Draguignan y Briancon, de 249 kilómetros de recorrido, una de las más largas y con los altos de Vars e Izoard en la parte final.