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MIGUEL LUENGO - EFE
España y Australia persiguiendo la joya de la Federación Internacional de Tenis, en una contienda en la que el equipo español luchará, por primera vez en su historia en una pista cubierta y con superficie de tierra batida.

Ni adrede se pudo elegir mejores equipos para la última final del milenio que se disputará el Palau Sant Jordi de Barcelona. España, el conjunto rey en tierra, que nunca consiguió el trofeo pero que apeó en semifinales a Estados Unidos, el más laureado, con 31 títulos, por un contundente 5-0, y Australia, el país situado en sus antípodas, el más combatido y el que apartó a los españoles en dos finales oportunidades anteriores (1965 y 1967).

La fecha de la venganza parece fijada treinta y tres años después. Y en el caso de España llega en el momento apropiado, cuando jugadores, público y capitanes han llegado a la sintonía ideal para derribar a un coloso que ha amasado 27 títulos, además de ser 18 veces más finalista, con gran historia, labrada con nombres casi míticos, como Rod Laver, Roy Emerson, Fred Stolle, Tony Roche, John Newcombe, éstos dos últimos al frente de su última capitanía.

Ante tanta historia los españoles no se arredran y sueñan con el triunfo. Àlex Corretja, Juan Carlos Ferrero, Albert Costa y Joan Balcells quieren hacer callar a los colegas que en los vestuarios del circuito les preguntan con ironía cuándo van a ganar la Copa Davis. Para los australianos el triunfo es ya una costumbre. Llevan casi dos años invictos tras ganar el título en 1999 a domicilio a Francia en Niza, aunque entonces contaron en sus filas con un jugador determinante, Mark Philippoussis, que esta temporada salvó el pellejo australiano con una gran victoria sobre el suizo George Bastl en el quinto set del último partido de la eliminatoria disputada en Zúrich, de la primera ronda.