Vicente Engonga recibe la felicitación después de transformar una pena máxima. Foto: JOAN TORRES

TW
0

1 REAL MALLORCA: Leo Franco, Olaizola, Niño, Nadal, Miquel Soler, Campano, Engonga, Marcos, Ibagaza, Luque y Eto´o.
Cambios: Novo por Ibagaza, Vicente por Engonga y Paunovic por Luque.
0 ARSENAL: Seaman, Lauren, Cole, Keown, Campbell, Van Bronckhorst; Ljumberg, Vieira, Pires; Henry y Wiltord.
Cambios: Jeffres por Ljumberg, Parlour por Pires y Keanu por Wiltord.
Arbitro: Knud Erik Fisker (danés). Expulsó a Cole, del Arsenal, en el minuto 11 de la primera parte por derribar a Luque en la jugada del penalti. Amonestó a Olaizola, Vicente y Niño del Mallorca; a Pires y Henry del Arsenal.
Gol: 1-0, min. 12: Engonga, de penalti.
Incidencias: Unos 23.000 espectadores en el estadio Son Moix, prácticamente, el límite del aforo del campo. Se guardó un minuto de silencio por la cadena de atentados registrados ayer diferentes puntos de Estados Unidos, según ordenó la UEFA como «símbolo de respeto». Primer partido del Grupo C de la Liga de Campeones, integrado además por el Schalke 04 alemán y el Panathinaikos griego. Unos 800 seguidores del Arsenal presenciaron el encuentro custodiados por fuerzas de seguridad.

Miquel Alzamora
Europa ya sabe cómo se las gasta el Real Mallorca. Ayer ofreció una lección ante el Arsenal, marcó un gol, pudo hacer muchos más, y destiló un aroma ilusionante firmando una actuación sobresaliente, a la altura del mejor caviar que se sirve en la mayoría de campos donde se juega la Champions. Se ganó jugando bien y plantando cara a la tercera mejor escuadra europea. El Mallorca desprende perfume ganador. Ayer venció sin complejos, a lo grande y con gusto, con mucho gusto. La maquinaria roja borró del mapa a un Arsenal desbordado, espeso y sin saber bien cómo reaccionar. Los de Krauss sólo dejaron cinco minutos de lucidez al rival, después se hicieron con el mando y ya no lo soltaron. Son Moix se frotaba los ojos y los futbolistas rojillos se fueron creciendo más y más.

La defensa no concedía alegrías ni a Henry ni a Wiltord. Ambos buscaban huecos pero se encontraban con un muro de cuatro hombres. Engonga destilaba un fútbol de muchos quilates marca de la casa. Ibagaza, Eto'o y Luque reivindicaban que el verdadero tridente está en Palma y Campano ofrecía, en su debut, un recital con el que la noche anterior había soñado y que ponía en práctica con todo el descaro del mundo. David Seaman no se lo terminaba de creer. Atacaban todos y con todo. La amenaza roja redactaba un guión magistral que hubiera firmado el mismo Johan Cruyff. Uno de los discípulos del holandés, Albert Luque, aprovechó una asistencia increíble de Ibagaza para forzar un claro penalti cometido por Cole. El jugador de Àrsenal se fue a la calle y Vicente Engonga cogió el balón, miró a los ojos a Seaman y se la clavó por el centro, con estilo, como sólo los hombres más experimentados saben hacer. Uno a cero y explosión de alegría.

El Arsenal jugó a partir de ahí con diez y el Mallorca parecía que lo hacía con veinte. Siguió tocando con criterio, jugando de memoria y agobiando como siempre. Los ingleses soñaban con el descanso. El grupo de Wenger tenía esa sensación de impotencia que sólo se siente cuando la coordinación no existe y cuando tu enemigo aumenta la dosis de fútbol preciso y precioso. El primer acto terminó con un juego de ensueño por parte del Mallorca. La puesta en escena en el segundo tiempo mantuvo el mismo color. Seaman empezó salvando otro gol atajando un envenenado cabezazo de Niño.

El cuadro local seguía tranquilo, bien posicionado y con una concentración tal que no dejaba nada a la improvisación. Por si eso fuera poco el árbitro temió pitar un penalti claro de Nadal sobre Henry y optó por sacar tarjeta al francés y evitarse problemas. El de Manacor es mucho central para andarse con discusiones y problemas. El entrenador del Arsenal buscaba soluciones, echó un vistazo al banquillo y vio a Kanu y Jeffers con cara de póker. Les dio dos consignas: salid y solucionad esto. Wenger echó el resto y situó a cuatro puntas pero de poco o nada sirvió. Al final el árbitro alargó el partido hasta lo infinito, se sufrió pero se ganó el respeto en Europa.