Era el día de los espías. Panathinaikos, Arsenal y Manchester
United fueron los invitados de excepción en el palco de Son Moix,
donde Mateu Alemany y Pep Bonet fueron los más requeridos. Los
nombres de Losada e Iván Ania eran vox populi, y todos preguntaban
por dos hombres que parecen tener las maletas hechas.
Otros equipos de Primera "más de incógnito" quisieron seguir de
cerca a dos escuadras que en Europa se han forjado un nombre en un
estrecha margen de tiempo. La responsable del área de deportes del
Consell de Mallorca, Dolça Mulet fue la única representación
institucional de peso presente en las primeras filas. Por lo demás,
ambiente un poco frío, resaca continental y overbooking en los
palcos. En el del Grupo Serra se vivió con intensidad un encuentro
que debía suponer el despegue definitivo de los de Krauss en la
Liga.
El recuerdo a las víctimas de la masacre que asoló a la Gran
Manzana presidió los instantes previos al pitido inicial. Al
presidente Alemany sólo se le vio en el último suspiro. El móvil
del ejecutivo "y el de Pep Bonet" fueron una pieza básica. El
cariño que la parroquia rojilla dispensa a Kike Burgos no pasó por
alto. El guardameta se llevó la más cerrada ovación cuando la
megafonía exclamó su nombre. Y mientras, entre pitido y pitido
lanzado desde la grada, Carlos Roa comparecía, ya caído el sol,
tras un largo sábado de meditación.
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