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El ciclismo francés vivió en los años 80, de la mano de Bernard Hinault y Laurent Fignon su última etapa dorada. Richard Virenque y Laurent Jalabert tomaron un testigo que arde. Hace 17 años que ningún ciclista sube a lo más alto del podio de los Campos Elíseos de amarillo, y eso escuece en el orgullo de la nación que presume de la ronda de tres semanas más prestigiosa del planeta, el Tour de Francia. Muchas alegrías intermedias han llegado, pero el escándalo Festina y el Tour'98 sepultaron el trabajo de esos ciclistas que intentaban recuperar terreno perdido.

Uno de los pocos cuya imagen no fue jamás puesta en cuestión es Laurent Jalabert. «Es otra cultura, y las cosas se ven de forma diferente, pero creo que el ciclismo francés brilla con luz propia. Esperemos que en el futuro venga gente también con ganas de dar la cara», piensa el corredor, que con la Once conquistó una «grande», la Vuelta, dos Challenges y fue la referencia del ciclismo galo desde el exilio. El Team CSC-Tiscali goza con la clase de Jalabert, cuyos objetivos «se centran en la segunda parte de la temporada, donde realmente debo darlo todo. Me encuentro bien, pero aún no ha llegado mi momento», expresó Jalabert.