«Me da igual si el filial juega en Segunda B o en Tercera Regional,
ahora sólo me preocupa la primera plantilla». Mateo Alemany ha
abierto de par en par las puertas del descenso y la plantilla ha
entrado sin disimulo. La rabieta del presidente después de que el
primer equipo cayera en Villarreal "se cansó de que le interrogaran
sobre la enésima derrota del Mallorca B" le ha podido costar cara a
la entidad. Ni Robles ni Riera han logrado mejorar el aspecto del
equipo, que ha caído a plazas de colista, y dentro del vestuario el
clima no es el adecuado: «Algunos jugadores deberían rendir mucho
más por respeto a la entidad», aseguró ayer un dolido Tomeu
Llompart.
Desde que Martí Munar lograra el ascenso allá por 1995, el
filial nunca había ofrecido unos números tan patéticos. El conjunto
bermellón inició su nuevo ciclo en Segunda B de la mano de Miquel
Crespí, pero jamás apareció por los suburbios de la Liga. De
aquella temporada se recordará el debut en el equipo de José
Silvano, un cadete que presentaba una evolución espectacular.
Luego, Tomeu Llompart abrió su primera etapa en el Mallorca B con
la novedad de un nuevo grupo "pasaron del III al I, con rivales del
norte y madrileños" pero sus registros tampoco fueron alarmantes.
La temporada siguiente (96/97) Beltrán le confió el ascenso a Jesús
Linares y el preparador gaditano logró que, en la fase regular, el
Mallorca B siempre se moviera entre los puestos que daban acceso a
la liguilla. Ascendió.
El trayecto del filial por la Segunda División fue oscuro, pero
tampoco nunca estuvo tan mal. A pesar de que bajó, prácticamente
hasta la última jornada de Liga no estuvo en plazas de descenso y
llegó incluso a coquetear con las primeras posiciones en el
arranque de la competición. Luego llegó Juan Ramón López; las dos
temporadas del entrenador sevillano fueron excelentes y el conjunto
rojillo se quedó siempre a un peldaño de la liguilla. A Llompart le
diseñaron una plantilla más rácana en presupuesto y DNI para
encarar la campaña 2001/02. Con un buen puñado de futbolistas
procedentes del juvenil y otros tantos que han llegado del
Ferriolense, el técnico de Inca se ha encontrado con un grupo
excesivamente tierno y poco experimentado. Además, la RFEF envió a
los baleares al grupo IV (probablemente, el más competitivo) y eso
ha derivado en un problema añadido.
Castigados por la veteranía de los rivales y mediatizado por las
numerosas derrotas como local, el Mallorca B se ha encontrado en la
jornada 25ª muy cerca del abismo y es ahora cuando han aparecido
los problemas; desde la marcha de futbolistas como Benjamín o
Rueda, hasta la poca aportación de Robles o Riera desde su
irrupción en el equipo. Llompart ha empezado a cuestionar el
rendimiento de algunos futbolistas y el entorno ha llegado incluso
a cuestionar al propio Llompart. Todo es cuestionable en un grupo
de jugadores de enorme calidad y que siguen evidenciado una mezcla
de falta de adaptación y mentalización.
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