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La primera mitad de la semifinal de Liga de Campeones provocará que el clásico Barcelona-Madrid esté en boca de todos una semana más. El encuentro se siguió en todo el país, Mallorca incluida, aunque no se paralizó el mundo. Hubo quienes prefirieron ver una obra de teatro y pocos se acercaron a las peñas. Los que no lo vieron se perdieron noventa minutos de máxima tensión. Desde el primer minuto hubo una metamorfosis en el aficionado. Partiendo de la base que es imposible ser imparcial en un partido como éste, al simpatizante madridista vió menguada su seguridad en la clasificación, mientras los culés se crecieron al inicio.

En el Bar Can Gaspar de Binissalem se cantaba gol en las ocasiones de Luis Enrique y Kluivert, pero el primer tanto que se festejó fue el de Zidane. Los aficionados madridistas reunidos en El Rincón de Hellín de Palma y en el Bar Llorenç de la plaza de la Iglesia de Binissalem expulsaron sus nervios cantando el tanto del francés. El de ayer fue un partido para sufrir en casa. Televisado en abierto, pocos se atrevían a ver el encuentro en compañía de amigos ante la incertidumbre del resultado.

Todos sabían que el Barcelona iba a quemar las naves en el Camp Nou y que el Madrid sufriría para sacar algo provechoso, pero el acoso azulgrana debió provocar más de un infarto. El Barça se pasó todo el partido atacando. El Madrid ganaba y Guti pudo sentenciar. La tensión continuaba hasta que en el descuento McManaman marcó el segundo. A la semifinal le quedan noventa minutos, pero el Madrid tiene un pie en Glasgow. Era momento de mandar mensajes hirientes.