A pesar del resultado del Camp Nou, la segunda entrega del clásico
español en la Liga de Campeones estuvo marcada por el nerviosismo.
Mallorca colaboró a que el encuentro engrosara los dígitos de
audiencia. Como sucediera hace una semana el aficionado prefirió la
comodidad del sofá que acudir al bar para ver el partido
acompañado. Un Madrid-Barcelona es mucho más que un partido de
fútbol, pero si está en juego el pasaporte para Glasgow, para la
final de la máxima competición continental el encuentro consigue
que toda España esté pendiente del choque, Mallorca incluida.
Donde se estuvo pendiente del televisor fue en la Peña
Madridista Es Fortí. La renta conseguida en Barcelona parecía
amplia, pero desde que Collina pitó el inicio del encuentro los
nervios se apoderaron de los seguidores blancos. Los madridista
veían como el Barcelona apretaba y se acercaba a la portería de
César. A medida que pasaban los minutos se ganaba en tranquilidad
porque el cronómetro corría y el equipo comenzaba a acercarse a la
meta de Bonano. Es costumbre en el madridismo encomendarse a Raúl
en los momento difíciles y el delantero acostumbra a no fallar.
Cuando marcó en la Peña Madridista Es Fortí se sintió un gran
alivio. La explosión de alegría dejó paso a minutos para repasar
por enésima vez las cuentas y los goles que necesitaba el Barça
para dar la vuelta a la eliminatoria.
El descanso permitió tomar un bocado e intercambiar opiniones.
El Real Madrid volvía a no jugar bien, pero de nuevo sacaba ventaja
en el marcador. El tanto en propia meta de Helguera devolvió las
dosis de nerviosismo que había disimulado Raúl y se vivieron veinte
minutos muy intensos. Un gol del Barça podía meter de nuevo al
equipo de Rexach en la eliminatoria, pero en el descuento comenzó a
festejarse la clasificación para Glasgow.
El Madrid-Barça paró el ritmo normal en Palma. Las calles vieron
disminuido considerablemente el bullicio y en los cines se notó una
desminución en el número de espectadores. El Madrid continúa en la
Liga de Campeones y los seguidores blancos de Mallorca se enfrentan
a noventa minutos más de tensión. Falta saber si de nuevo los
nervios darán paso a la alegría.
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