Raúl González, calificado por su amigo y compañero Fernando Hierro
como el «Ferrari» del fútbol español, condujo al Real Madrid a la
final de Glasgow con un bello gol al borde del descanso que
dinamitó el milagro que buscaba el Barcelona, que al menos salvó la
cara con un empate a uno. El delantero madrileño, como en el Nou
Camp, volvió a ser clave en el devenir de este clásico trasladado a
las semifinales de la Liga de Campeones. Si en el feudo
barcelonista un pase y un robo de balón decidieron el 0-2 a favor
del Real Madrid, en el Bernabéu otra acción en la que arrebató el
esférico a un zaguero rival le permitió encaminarse al área y desde
ahí enganchar un zapatazo de grandes dimensiones futbolísticas ante
el que el meta argentino Roberto Bonano no pudo responder.
Esta jugada resolvió la confrontación en un momento clave, en el
que se presupone que deben aparecer las estrellas, y Raúl no faltó
a la cita. No está en su temporada más prolífica ante el gol, pero
su aportación, por carácter y trabajo, encontró el premio soñado.
El gol fue un castigo quizá injusto para el Barcelona, que,
producto de su necesidad de la remontada, llevó más la iniciativa y
controló más el juego ante un Real atolondrado, impreciso y fallón.
Los hombres de Carlos Rexach, no obstante, carecieron de más
mordiente en ataque y hasta la fortuna les dio la espalda a los 38
minutos cuando un disparo del brasileño Fabio Rochemback fue
desviado por el holandés Phillip Cocu se estrelló en el palo
derecho de César Sánchez. Fue su gran ocasión de acercarse al
milagro, porque hasta entonces el partido se había movido bajo su
control, pero el exceso de corazón provocó precipitaciones, errores
continuos y el Real Madrid, salvo sus eternos problemas a balón
parado, navegó bien con el resultado a favor.
Zinedine Zidane y José María Gutiérrez, «Guti», habían avisado
ante la portería de Bonano, pero el Real Madrid no jugaba bien.
Luis Figo falló mucho más de lo que se le supone a su categoría,
aunque, como el resto de compañeros, trabajó para contener las
intentonas de Luis Enrique Martínez "dio otra lección de casta" y
compañía. El cuadro de Vicente del Bosque, con el 1-0 al descanso,
podía especular aún más con su ventaja, y el Barcelona se la tenía
que jugar de manera definitiva. Zidane dejó su sitio al brasileño
Flavio Conceicao en la medular, y el holandés Marc Overmars
reemplazó al italiano Francesco Coco en busca de más mordiente y
llegada por las bandas. Ese riesgo extremo enloqueció la contienda
en el arranque del segundo tiempo. Guti tuvo el 2-0 en su zurda,
pero no supo resolver ante Bonano, acto seguido llegó la igualada
con un autogol de Iván Helguera (m.48), lo que volvía a colocar al
Barcelona a dos goles de la clasificación, y de inmediato el meta
azulgrana volvió a sacar magistralmente un disparo de Raúl.
Pero el Barcelona no tuvo continuidad y el «Ferrari», con otra
demostración de presión a la zaga azulgrana, «tiró del carro»
blanco para mantener la tensión y el orden defensivo. El orgullo,
el empuje y las ganas del Barcelona no pudieron con el lastre del
marcador adverso y el Real Madrid consiguió meterse en Hampden
Park, aunque sin alardes, pero con y gracias a Raúl. La «Novena»
está ahora a un paso, pero para ello deberá superar al Bayer
Leverkusen alemán, cuyo técnico, Klaus Toppmoeller, «espió» en
directo al Real 24 horas después de dejar en la cuneta al
Manchester United. El conjunto madridista está a un partido de un
gran triunfo.
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