El último vuelo del Mallorca ha sido plácido, sin turbulencias,
endulzado por el punto. Lejos del miedo que se adueñó de la
expedición rojilla en las horas previas al partido en Chamartín, el
regreso a Ciutat ofreció un cuadro de sonrisas y optimismo que
resulta contagioso, porque la hinchada ha empezado a pensar que
ahora la permanencia sí es posible.
Ha sido un viaje de contrastes. La ida estuvo granada de
interrogantes, minada de preguntas. Nadie se atrevía a asegurar que
el Mallorca regresaría a Palma siendo equipo de Primera División,
porque los números no invitaban al optimismo y la combinación de
resultados que daban con los bermellones en Segunda era
terriblemente lógica. Sin embargo, la llegada a Barajas le permitió
a la plantilla, al cuerpo técnico y a los hombres de despacho
esbozar la primera sonrisa. Allí, en la terminal de salidas se
encontraron con la plantilla del Atlético de Madrid, esperando el
vuelo que les debía llevar a Oviedo.
Lluís Carreras, Armando Alvarez, Germán Burgos y Jovan
Stankovic, todos, bajo la tutela de Luis Aragonés. Rostros
conocidos, saludos, abrazos y una inyección de moral para un equipo
que se jugaba la vida frente al Real Madrid en Concha Espina. Nadie
sabe mejor que los atléticos lo que es sufrir, quemarse en el
infierno. Por la mente de los mallorquinistas debió pasar esa noche
todo el sufrimiento de lo que representa jugar en Segunda División,
como si cada frase que Carreras o Armando lanzaba en ese corrillo
fuese una amenaza, una advertencia. El empate logrado en Chamartín
y la derrota de Las Palmas ante el Tenerife ha liberado a la
plantilla.
Ahora una broma de Ibagaza a su llegada a Palma, luego una
carcajada de Engonga. El centrocampista cántabro ilustra como nadie
el proceso de rehabilitación, de regeneración. Cuando la
descomposición era casi una evidencia, un punto le ha devuelto la
vida al vestuario. Ahora todo se ve desde otro prisma, desde un
ángulo distinto. Ahora ya son pocos los que creen que el Mallorca
vaya a descender y son los jugadores los primeros que rezuman
optimismo. Es cierto que ha sido el último desplazamiento
mallorquinista esta temporada, pero improbable que haya sido el
último que se haga este año en Primera División.
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