Los siete puntos logrados por Japón en la ronda inicial contra
los cuatro sumados por Turquía podrían interpretarse como la
diferencia de poderío colectivo y de argumentos individuales que
existen entre uno y otro equipo, a la que debe añadirse la ventaja
que supone para los japoneses su condición de anfitriones.
Los turcos comenzaron con el pie izquierdo la competición al
perder frente a Brasil por 2-1, levantaron un poco la puntería
cuando igualaron con Costa Rica 1-1 y consiguieron la clasificación
al vencer a la selección china de Bora Milutinovic por 3-0. Una de
las diferencias que existen entre ambos conjuntos es que los
japoneses juegan con tres defensas y dos puntas mientras que
Turquía emplea una estrategia más conservadora con cuatro zagueros,
cinco centrocampistas (al igual que Japón) y un sólo punta, el
número nueve Hakan Sukur.
Los japoneses juegan a toda velocidad y en esa vorágine les
cuesta mantener precisión con el balón en situaciones ofensivas,
mientras que en defensa suelen tener problemas para escalonarse.
Los turcos, en cambio, son limitados técnicamente pero destacan por
su empeño para defenderse.
El seleccionador nacional de Japón, el francés Philippe
Troussier, ha considerado que la clasificación de Japón para los
octavos de final de la Copa del Mundo es «la culminación de muchos
años de trabajo» y de un proceso completo que se ha plasmado con el
pase ante un equipo africano como es Túnez.
Según Troussier, esta evolución es consecuencia de la
combinación de muchos factores. «Quizá el fútbol japonés no se
valora suficientemente desde Europa, pero la verdad es que hemos
crecido mucho», indicó.
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