Esta vez, Ronaldo llega a una de las instancias cumbres de su
carrera deportiva no sólo como aspirante a ganar el quinto título
mundial para el fútbol de su país sino también como máximo goleador
del torneo de Corea y Japón, con seis tantos, situación que
defenderá ante su compatriota Rivaldo y ante el alemán Miroslav
Klose, que tienen cinco. El drama de Ronaldo y del fútbol brasileño
en el Mundial francés se produjo el 12 de julio de 1998, día en el
que el equipo local se impuso en la final por 3-0.
Una hora antes del partido se anunció que Ronaldo no jugaría, lo
cual provocó una gran conmoción, y poco antes del pitido inicial el
jugador apareció demacrado y aturdido en el campo de juego. En el
hotel, antes de trasladarse al estadio, había sufrido unas
convulsiones, situación no del todo aclarada hasta el presente.
Meses después, el jugador del Inter de Milán, dijo que, pese a no
encontrarse bien físicamente no podía «dejar solos» a sus
compañeros de equipo en aquella final.
«Quería jugar ese partido a cualquier precio. No quería
defraudar a mis compañeros. Cuando salté al terreno de juego, mi
camiseta ya estaba empapada de sudor. Jugamos el partido y lo
perdimos. Aquel no fue nuestro día», declaró Ronaldo, que reconoció
no estar «al cien por cien» de sus posibilidades cuando salió a
jugar la final. «No me encontraba bien. Me sentía débil. Pero estoy
seguro de algo: quería y debía jugar ese partido. No tenía derecho
a huir», manifestó el jugador a la televisión de su país.
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