Rivaldo y Ronaldo besan la Copa que les acredita como campeones del mundo.

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Ronaldo ha ilustrado el quinto título de Brasil, el primero logrado en Asia. El delantero del Inter certificó su rehabilitación a golpe de remate y sus dos goles fulminaron a una Alemania que hasta entonces había hecho daño con su juego físico y directo.

El ariete brasileño volcó el partido aprovechando primero un agujero en las manoplas de Kahn (es humano); luego lo selló con un disparo ajustado tras un servicio desde la derecha de Kleberson y una genialidad sin balón de Rivaldo. Al grupo de Luiz Felipe Scolari le bastó con un par de arreones de Ronaldo y con el empuje de su centro del campo para ser pentacampeón y para evidenciar que hay vida después de Romario. Ya no hay debate, porque Brasil vuelve a tener delantero centro.

Tuvo enormes problemas para acceder al Mundial, pero la canarinha le ha demostrado al planeta que nadie juega a este deporte como ellos. Aun sin tener el sentido colectivo excesivamente desarrollado, Brasil ha sido capaz de defender en un equipo diseñado para atacar y de golpear cuando el rival se atreve a bajar la cabeza. Le sucedió a Turquía y también le pasó a Alemania, que se relajó cuando mejor jugaba y fue abofeteada. De nada sirvieron los kilómetros que recorrió Jeremies o las carreras de Schneider. A los germanos les faltó un tipo como Ballack, que defina, que llegue.