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Nemesio Rodríguez. YOKOHAMA.
El Mundial cerró sus puertas con el triunfo de Brasil y los españoles siguen preguntándose qué les falta para convertirse algún día en una selección con seguridad en sus posibilidades como demostró serlo la «canarinha».

En el Mundial de Corea del Sur y Japón, España volvió a quedarse al borde de la línea que separa lo normal de lo extraordinario. Lo normal es caer en cuartos de final y lo extraordinario hubiera sido pasar a semifinales por primera vez.

Se decía que en esta ocasión las posibilidades eran reales, dado que los rivales a priori eran asequibles, un eufemismo que en fútbol significa que se les puede ganar con cierta facilidad.

Otra vez los cuartos fueron el techo para la selección. Otra vez se buscó un culpable externo, aunque en honor de la verdad hay que decir que un arbitraje imparcial tal vez hubiera producido otro resultado en un partido que España afrontó con excesiva prudencia.

Iker Casillas fue el único jugador que disputó todos los minutos de la selección española en el Mundial 2002. Cuajó buenas actuaciones en los cinco partidos, principalmente en el de octavos de final contra Irlanda, en el que detuvo un penalti a Robbie Keane en el transcurso de la contienda y luego salvó otros dos más en la tanda de penas máximas, lo que concedió el pase al cuadro hispano.

El barcelonista Luis Enrique Martínez y los madridistas Iván Helguera y Fernando Morientes fueron los otros tres jugadores que intervinieron en los cinco encuentros, aunque no todos completos. Aunque más minutos jugaron Puyol, Hierro y Baraja.