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F. Recuero - LUXEMBURGO
El estadounidense Lance Amstrong, ganador de las tres últimas ediciones del Tour, parte como claro favorito para reverdecer laureles en la 89 edición que comenzará esta tarde en Luxemburgo y terminará el día 28 en los míticos Campos Elíseos de París. Amstrong, como ha hecho en la temporadas anteriores, se ha dejado ver lo justo. Ha preparado la carrera francesa sin hacer ruido y ha vuelto a superar por sobresaliente las pocas carreras que ha salido a disputar, especialmente la Dauphine Libéré, su trampolín para el Tour.

El ciclista texano, además, en esta ocasión cuenta con más ventaja, pues la carrera tiene menos kilómetros (3.277), más margen en las contrarreloj "109 individual repartidos en el prólogo y dos etapas, más 67'5 kilómetros por equipos" y mantiene los finales en alto con cinco, aunque en esta edición no habrá cronoescalada. Otra vez es el máximo candidato al primer peldaño del podio final, pues para su «alegría» no estará su enemigo número uno, el alemán Jan Ullrich, ganador en la edición de 1997 y segundos en las dos últimas ediciones. Ullrich se encuentra convaleciente de una lesión de rodilla y desde hace un par de días acusado de dopaje por anfetaminas.

El Tour parece más humano que en ediciones anteriores, pero con el mismo favorito: Lance Armstrong. Un corredor que, en los últimos años, ha cumplido sus objetivos y entre ellos no es otro que el Tour Francia, carrera de la que dice no estar obsesionado. Lo cierto es que si la suerte le acompaña Armstrong va a ganar su cuarto Tour y, posiblemente, el quinto o el sexto si decide seguir dando pedales, pues a sus 30 años, a pesar de que dice que un día de estos dejará de dar pedales. «Seguiré un año más», es su frase favorita al final de la carrera. El Tour'02 le va como anillo al dedo. Salvo un accidente se va a quedar a un paso de entrar en el club de los «cinco», de los únicos corredores que han ganado la prueba francesa en cinco ocasiones: los franceses Jacques Anquetil y Bernard Hinault, el belga Eddy Merckx y el español Miguel Indurain.

Armstrong es el hombre a seguir, el corredor a batir, pero no lo va a tener nada fácil como el mismo reconoce, pues el trazado, aunque parece suave la realidad es otra y, además, en esta ocasión al no tener a su principal rival, la carrera estará más abierta al estar menos controlada. Además, el Tour, vuelve a ser más clásico, pues ha suprimido la cronoescalada y ha colocado una contrarreloj larga antes del primer envite serio de montaña, en la undécima jornada, con final en el mítico La Mongie. Un trazado que no le va nada mal a Armstrong. Es similar a las exhibiciones de Indurain. Cuando ganaba con autoridad la primera crono, luego se defendía sin problemas en la montaña administrando perfectamente su renta y remataba la actuación en la última cronometrada, a las puertas de París.

El Tour parece una especie de guión ideado para que se vuelva a lucir Armstrong, con permiso de los Joseba Beloki, Igor González de Galdeano, Moreau, Leipheimer, Óscar Sevilla y Santiago Botero por citar a algunos de los pocos candidatos que tiene el estadounidense para que le hagan sombra, para que le acompañen en el podio. Las principales dificultades, a priori, que presenta el Tour'02 son los cinco finales en alto: Mongie, Plateau de Beille, Mont Ventoux, Dos Alpes y La Plagne, además de otra etapa de alta montaña con final en Cluses. Un terreno donde los escaladores tendrán que intentar coger en algún renunció al nuevo rey del Tour, pues a su favor tiene los muchos kilómetros cronometrados donde, a buen seguro, conseguirá una renta que le permitirá maniobrar con tranquilidad. Es en ese momento cuando los españoles tienen la mejor oportunidad para intentar restar tiempo al ciclista tejano, bien escoltado por los españoles Chechu Rubiera y Roberto Heras, escuderos de lujo del que todo apunta será tetracampeón de la más prestigiosa ronda por equipos del planeta.