La batuta del Drac Inca se antoja un mando maldito en la presente
temporada. La posición de base ha sido la más concurrida a lo largo
de las últimas semanas y es ahora Paris Bryant el encargado de
aportar el toque de cordura a una plaza maldita desde hace un mes.
Y es que en las últimas cuatro temporadas han sido ocho los
inquilinos de la plaza. Con Paco Olmos, Rafa Monclova y Felipe
García otorgaron solvencia y crédito al juego gualdinegro. José
Luis Abós contó con Willy Villar y Edu Sánchez como embajadores
sobre el parquet, mientras que José Luis Oliete sufrió al peor
Villar y tuvo en Xavi Puyada la solución a sus dolores de cabeza.
La dinámica parece haber adquirido tintes dramáticos en el guión
perfilado por José Àngel Samaniego. Villar era uno de los ejes
sobre los que el donostiarra diseñó la plantilla, dejando a Miki
López, desde un inicio, en un relativo segundo plano. Hasta que la
pretemporada empezó a cobrarse sus primeras víctimas y un
desgraciado choque entre Llorenç Mons y Willy Villar pulverizó la
rodilla del grancanario y obligó a realizar el primer movimiento
brusco del curso. El base titular se rompía para todo el curso y la
solución debía llegar de forma y manera inminente.
Mientras Miki López, debutante en la LEB, asumía el papel de
líder, el nombre de Josep Perich se elevaba a los altares. El base
catalán aterrizaba en una categoría para él desconocida, pero con
una carta de presentación y unas bases formidables. La aportación
del teórico revulsivo no pasó de ser testimonial y pronto se pudo
ver que no acababa de encajar en los esquemas de Samaniego. Con
Miki López castigado duramente por los esguinces de tobillo y
físicamente bajo límites, la posición de base se resentía un poco
más y tan sólo la finalización del contrato de Perich podía dar un
poco de luz a la dirección de juego.
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