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La hipótesis del tuerto y su mirada resulta recurrente para valorar el acoso y derribo al que están sometidos los centrales del Mallorca. No es algo nuevo, sino una constante que se ha prolongado esta temporada de forma alarmante. Miquel Àngel Nadal, el único jugador que ocupa esta posición que hasta ahora se había mantenido ajeno a la plaga que azotaba a sus compañeros, también ha acabado cediendo ante este selectivo mal fario. Una rotura parcial del ligamento cruzado posterior de su rodilla derecha con contusión tibial acompañada, dejó ayer fuera de combate al superviviente.

Con Vicente Fernández viviendo su particular calvario, la pretemporada balear resultó ser todo un aviso para navegantes. Federico Lussenhoff, llegado de Tenerife para reforzar una demarcación especialmente delicada, caía sobre el césped del Benito Villamarín y se retorcía de dolor. Su tibía se había fracturado. No hacía falta contar. Manzano se quedaba con dos. La Liga llamaba a la puerta con insitencia. Abierto el torneo, los problemas físicos se cebaron en Fernando Niño. Había que inventar. Y apareció un lateral llamado Javier Olaizola. Pero el invento también se fue al traste. Y de mala manera. En A Coruña, sus ligamentos quedaron seriamente dañados.

La grave lesión deVasco coincidió con la recuperación de Fernando Niño y Federico Lussenhoff, que amplió sensiblemente el abanico de posibilidades. Pero eso era un lujo. La maldición de los centrales sigue encontrándose a gusto en el vestuario balear y tampoco ha sentido respeto alguno por Miquel Àngel Nadal, que ayer se lo llevó por delante y se burló de su inmunidad.