Uno está a punto de cumplir los 30 años y afronta su novena
temporada en el fútbol español. Otro todavía no ha celebrado los 23
y es un recién llegado. Entre los dos cocinaron anteayer la
victoria del Real Mallorca ante el Sabadell (2-4) y encendieron la
luz después de un mes en la penumbra del banquillo. Fernando
Edgardo Ayala Correa (Montevideo, 1974) y Martín Ricardo Ligüera
(Montevideo, 1980) monopolizaron todos los elogios en la primera
defensa del campeón en la presente edición de la Copa del Rey. El
primero rubricó su actuación con un hat-trick y el segundo abrió el
triunfo en el primer balón que tocaba como titular.
Petete Correa es un futbolista atípico. Dotado de unas
condiciones innatas para este deporte, su frialdad sobre el tapete
no le permitió entrar en el corazón de los atléticos, amantes del
futbolista de raza y pulmón. No es Correa un tipo de detalles
verbales para la galería. Alejado del círculo mediático, es un
futbolista que intenta dedicarse a su trabajo sin estridencias. El
sacrificio o la pelea no forma parte de su doctrina futbolística.
Lo suyo es el remate, el disparo, el oportunismo.
Acostumbrado a ver los toros desde la barrera, Llompart recurrió
a él para medirse al Sabadell. Y respondió con tres goles para
todos los gustos. En el primero mató con mucha clase un pase de
Nagore y cruzó con la izquierda; en el segundo recibió de Campano,
miró y colocó el balón en la escuadra con la derecha; y en el
tercero, también con el sevillano como asistente, conectó un
cabezazo a la red. Hacía más de un lustro que Correa no firmaba
tres tantos. Fue en San Mamés, el 29 de marzo de 1998, en un
Athletic-Racing que acabó 3-4. Ayer, después del entrenamiento, la
sonrisa ilumina su rostro: «Para un delantero es muy importante
convertir goles y estuve acertado», señaló Correa, para quien la
actuación en Sabadell sirve para «que el míster pueda confiar en
todo el equipo. Se trata de complicarle el trabajo al
entrenador».
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