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Rodrigo Zuleta|Berlín
El clásico Alemania-Holanda, partido en que las dos selecciones debutarán en la Eurocopa el próximo martes en Oporto, ha empezado a calentar ya el ambiente en los dos países y a reavivar una rivalidad que a veces va más allá de lo deportivo y de lo políticamente correcto. En lo estrictamente futbolístico, la rivalidad data de la final del Mundial de 1974 cuando la Holanda de Johann Cruyff, que era favorita, cayó por 2-1 ante la Alemania de Franz Beckenbauer. Los holandeses no han podido hasta ahora superar ese golpe y en cualquier encuentro con alemanes vuelven a recordar que fueron el mejor equipo durante aquel Mundial. «Holanda fue mejor a lo largo del torneo, pero no en la final», dijo recientemente Franz Beckenbauer evocando aquel partido en el que él portaba el brazalete de capitán de la selección alemana.

«Tal vez la ventaja temprana que obtuvieron les dio demasiada confianza, creyeron que el partido contra nosotros iba a ser tan fácil como lo habían sido los partidos contra Argentina y Brasil y bajaron el ritmo lo que nos dio la oportunidad de reaccionar», dijo Beckenbauer. Además de los dos goles alemanes, marcados por Paul Breitner y Gerd Müller, en la memoria holandesa quedó grabado el marcaje desalmado al que fue sometido Cruyff por parte de Berti Vogts a quien su labor de perro de presa convirtió en uno de los héroes alemanes de aquel encuentro. También se discute todavía si el empate alemán, logrado por Breitner de penalti, no fue producto de una caída simulada por Bernd Holzenbein en el área holandesa.

La venganza holandesa tuvo que esperar hasta la Eurocopa de 1988 cuando, en semifinales, el equipo naranja, comandado por Ruud Gullit y Marco Van Basten, derrotó a Alemania por 2-1 en Hamburgo. Al término de aquel partido, Ronald Koeman protagonizó una escena que mostró que los holandeses celebraban la victoria con rabia y que fue la primera de una serie de gestos poco diplomáticos que han venido marcando los enfrentamientos entre las dos naciones. Koeman intercambió camisetas por Olaf Thon para a continuación simular, en medio de carcajadas jubilosas que se limpiaba las nalgas con el uniforme alemán. Ahora, para calentar el ambiente de cara al nuevo enfrentamiento en la Eurocopa, una revista holandesa ha publicado una caricatura que muestra a un jugador holandés repitiendo el gesto de Koeman. El triunfo holandés del 88 fue visto por muchos no sólo como un desquite de la derrota del 74, sino también como una especie de ajuste de cuentas por la invasión alemana durante la II Guerra Mundial. El desquite alemán vino dos años después, en octavos de final de 1990, cuando Alemania, con Beckenbauer como seleccionador, derrotó a Holanda en octavos de final por 2-1, con goles de Klinsmann y Brehmel.