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Portugal se prepara para la revancha contra los griegos. Los aficionados lusos están satisfechos de que los pupilos de Rehhagel sean su rival en el último partido de la Eurocopa, el de la finalísima. El gol de Traianos Dellas en el minuto 106 de la prórroga ante la República Checa dio al traste con la teoría: los checos, el mejor equipo hasta ese momento de los 16 que el 12 de junio comenzaron su andadura en el torneo portugués, se quedaron sin tiempo para la reacción. Grecia se plantó en la final contra pronóstico. Con un fútbol rácano, aunque disciplinado, los helénicos han superado obstáculos hasta colocarse en el definitivo casi sin quererlo. La hinchada lusa se alegró de su triunfo ante los checos. Lo hicieron porque quieren ajustar cuentas con los mismos que les pusieron en una situación muy comprometida el 12 de junio en Oporto. Ese día, los de Scolari salieron al estadio del Dragón impresionados por la importancia del envite. Sus jugadores actuaron agarrotados y no soportaron la presión. Pero Grecia, que se puso la «piel de cordero» antes del encuentro, sorprendió con una victoria (1-2) que puso a técnico Scolari, ahora idolatrado por todo el país, contra las cuerdas. Las circunstancias han cambiado. Veinte días después, Portugal es otro equipo. Una final Portugal-Grecia era impensable. No es la más atractiva. Es, por supuesto, inédita, pero que tendrá un buen aliciente. Saber si los portugueses se vengan de la afrenta del 12 de junio o, por el contrario, los griegos ahondan en la herida.