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Todavía no ha llegado a la decena de partidos oficiales como profesional, pero Víctor Casadesús Castaño (Palma de Mallorca, 1985) ya tiene reservado un hueco en la memoria del mallorquinismo. A pesar de su juventud y de su todavía escasa aportación al primer equipo, su nombre representa la capacidad de reacción del conjunto balear, un hecho que a su vez le ha permitido erigirse en uno de los mejores argumentos de futuro de la SAD isleña. La temporada pasada, cuando el equipo nadaba entre el fango y había empezado a resignarse a perder la categoría, su llegada al vestuario de la primera plantilla se tradujo en un cambio de rumbo que abrió definitivamente la puerta del milagro. Cúper recurrió a sus servicios para afrontar las últimas siete jornadas y el Mallorca no sólo dejó de perder partidos, si no que incrementó su velocidad para adelantar al Levante en la última recta. El domingo podría reaparecer ante el Racing casi cinco meses después de su último partido y con una tarjeta de presentación como la suya, el entorno no ha tardado en señalarle como uno de los posibles salvadores del conjunto rojillo.

La ascensión de Víctor al primer plantel supuso una de las mejores noticias del curso pasado. El Mallorca seguía encallado a su entrada en el último tercio de la competición y el técnico decidió echar mano del filial para darle a su grupo un plus de ilusión que reactivara sus constantes vitales. Al de Chabas le llamaron especialmente la atención dos futbolistas y decidió citarlos para una sesión de trabajo. Los dos jugadores eran el francés Johan Cavalli y el propio Víctor Casadesús, que empezaba a ocultar con goles todos los problemas que había padecido durante el inicio del campeonato en Segunda B. Después de varios entrenamientos, Cúper se convenció y decidió convocarle para el partido ante el Valencia, pensando sobre todo en las posibilidades que podían ofrecerle al equipo en su regreso a Segunda división.