Después de tres semanas sin jugar un encuentro, tras defender al
máximo a España en Copa Davis contra Italia en Torre del Greco y
borrarse del cuadro de Viena para asegurar su presencia en Madrid,
los aficionados pudieron ver por fin al campeón de Roland Garros.
Se resolvía así la tensa espera de los últimos días en los que su
concurso estuvo bajo la sombra de la duda. La intención y el deseo
de Nadal fue siempre la de jugar, pero su estado físico, mermado
por la tendinitis aguda en ambas rodillas le había hecho renunciar
al doble con Feliciano López por precaución y todo se había
disparado, interrogantes, suspicacias.
Después de hacerse una nueva ecografía y una resonancia
magnética en la clínica Montepríncipe, Nadal asumió su
responsabilidad como puntal del torneo madrileño y optó por
arriesgarse. Aunque salió con una cinta negra en cada una de las
rodillas, corrió, esprintó, frenó en seco, e incluso saltó
exhibiendo el puño en alto como acostumbra.
También quedó demostrado, sobre todo en los primeros juegos, que
su forma no es la ideal y que tanta falta de actividad le pesa,
pues Hanescu se adelantó 2-0 y 3-1. Poco a poco sus tiros fueron
haciendo diana y los casi ocho mil espectadores del Madrid Arena
empezaron a disfrutar de su habitual entrega, hasta que su dominio
se hizo más patente, y se materializó cuando ganó la manga en el
desempate, a la tercera oportunidad, pues tuvo dos antes con 6-5.
Para colmo, Hanescu tuvo que llamar al fisioterapeuta español Juan
Reque para ser atendido en el abductor izquierdo tras el 1-1 del
segundo set, cuando ya el brazo de Nadal se había calentado y el
partido había cambiado totalmente de signo. Su derecha no se iba
ya, y el rumano, cuarto finalista este año en Roland Garros, notaba
el castigo.
El rival
Nadal en octavos, se las verá ahora con Tommy Robredo, que ayer se
deshizo en el último encuentro de la jornada de Carlos Moyà. El
tenista catalán se mostró muy seguro desde el fondo de la pista y
aprovechó los mínimos errores del mallorquín con su saque para
alzarse con el triunfo. Moyà con esta derrota probablemente se
despide de la temporada ya que no tenía intención de jugar la
próxima semana en Basilea, ni el último Masters Series del año en
París.
La gran sorpresa de la jornada la protagonizó el gigante croata
Ivo Karlovic (2,08 metros) acabó con el estadounidense Andy
Roddick, por 3-6, 7-6 (7) y 7-6 (3) para avanzar a los octavos de
final. Karlovic viene de la frase previa y en su partido anterior
contra el británico Greg Rusedski anotó 24 saques directos. Ayer,
ante el ex campeón del Abierto de Estados Unidos, su porcentaje
bajó y únicamente logró 17 por 12 de su rival, suficiente para
causar la primera baja importante en el Madrid Arena.
Mientras, la otra armada, la argentina colocó a tres de sus
representantes en octavos de final, aunque en el camino quedó uno
de ellos debido a un duelo fratricida. Guillermo Coria, en busca de
los puntos suficientes para lograr una de las cuatro plazas que
quedan libres todavía para el Masters de Shanghai, sin jugar un
gran tenis se deshizo del belga Christophe Rochus, por 6-3 y 6-4, y
José Acasuso dejó fuera de combate al campeón de Roland Garros del
2004, Gastón Gaudio, por 7-6 (4) y 6-2.
El drama
El drama para Gaudio es que lleva encadenadas ya cinco derrotas
consecutivas a las primeras de cambio, pues no gana un partido
desde que batió al español Tommy Robredo en octavos en el Masters
Series de Montreal. Coria tendrá en Fernando González un rival
inquietante. «Nunca se sabe con él, igual te tira un misil que la
envía fuera», comentó el argentino, mientras que Acasuso se medirá
con otro aspirante al Masters, el ruso Nikolay Davydenko verdugo
del checo Karol Beck. Juan Ignacio Chela, que había salido de la
fase previa, no pudo con el sueco Thomas Johansson.
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