Rafael Nadal se prepara para efectuar un saque.

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Miguel Luengo|MADRID
Tocado por todos los requisitos que distinguen a un campeón, el español Rafael Nadal superó al estadounidense Robby Ginepri y sin ceder un set en toda la semana se colocó en la primera final ATP en pista cubierta de su carrera en el Masters Series de Madrid. Con una victoria por 7-5 y 7-6 (1) en una hora 41 minutos, Nadal desplegó de nuevo todo su repertorio para salvar un compromiso, en teoría, más difícil que los anteriores y citarse en la final madrileña con el croata Ivan Ljubicic. El balear suma ya 78 partidos ganados esta temporada (uno más que Federer) y busca su decimoprimer título (los que ya tiene el suizo).

Nadal parece preparado ya para cerrar el círculo. Hasta hoy en sus dos intervenciones anteriores en el Madrid Arena no había pasado de la segunda ronda. En el 2004 otro compatriota de Ginepri, Vincent Spadea, le enseñó la puerta del vestuario, y este año, pese a la lesión de rodillas ya casi olvidada, ha mandado, y lo más importante, se ha superado así mismo cuando más lo necesitaba, como acostumbran los grandes campeones, para llegar a la final. Todo un completo cambio. Lección aprendida.

Ante un rival como Ginepri, con un servicio cambiante, cortado a la esquina derecha lamiendo el ángulo, y plano al otro lado, con una derecha cruzada eléctrica y un juego de fondo nada despreciable, el juego de Nadal tuvo que superarse.

Ginepri ha ganado ya este año su primer título en Indianapolis, ha mostrado los dientes en las semifinales del Abierto de Estados Unidos contra Andre Agassi, y es una figura emergente. Ayer intentó no desfallecer ante un muro, ante el que considera uno de los mejores del circuito y sabiendo que su récord contra los zurdos es muy favorable (6-1).

En ventaja
Hizo 12 saques directos, buscó rápido el punto con su derecha. Intimidó lo que pudo pues estuvo en ambos sets 5-4 arriba, pero no logró su objetivo. El jugador de Atlanta carece de ese halo que tiene Nadal, que cuando más necesita un punto lo encuentra de forma inverosímil, bien cayéndose de espaldas a la pista al rematar un globo, o al bloquear un misil de derecha por los suelos, o incluso enviando certero a la línea de fondo una respuesta envenenada.

Francisco Montana, entrenador de Ginepri, no sabía qué hacer para alentar a su pupilo. «Nadal tiene una actitud increíble sobre la pista, siempre está ahí, por encima, mandando, es increíble», dijo. «Robby ha jugado muy bien, pero se pone demasiado caliente todavía en la pista», juzgó.

Los dos sets fueron muy parecidos y en ambos se produjeron situaciones similares. Ginepri parecía ser el único jugador capaz de robar un set a Nadal esta semana, e incluso en el primero estuvo a punto de lograrlo (6-5) pero ahí es donde surgió el Nadal eléctrico que, con suerte o no, encuentra siempre el filo de la línea.

En el segundo, con todo el público a favor apoyándole y sin parar, Nadal no podía defraudar. En el desempate esta vez no hubo drama como en el partido contra Radek Stepanek de cuartos. Nadal estuvo mucho más confiado y no detuvo su brazo hasta lograr el punto que le dio billete a la final.

A un solo partido ya de igualar los 11 títulos de Roger Federer, los cuatro Masters Series que tiene también el suizo, Nadal emerge como la figura salvadora del torneo madrileño. Los tres auténticos llenazos del Madrid Arena (cerca de 10.000 espectadores), son la mejor prueba del tirón del ciclón de Manacor.

El rival
Si algo ha caracterizado al croata Ivan Ljubicic, el mejor jugador este año en pista cubierta y rival de Rafael Nadal en Madrid, es su carácter luchador, una señal que le ha distinguido durante toda su vida. Nacido en Banja Luka, en Bosnia Herzegovina, hijo de un electricista y de una ama de casa croatas, Ljubicic abandonó su tierra natal a los 13 años para escapar de la guerra, en una iniciativa de un club italiano para ayudar a los niños de aquella región.

De aquel entonces hasta hoy, Ljubicic de 26 años, ha visto casi todos sus sueños logrados. El más importante tendrá lugar en Bratislava a primeros de diciembre, cuando luchen contra Eslovaquia en la final de la Copa Davis, y su aportación ha sido definitiva al mantenerse invicto, con seis victorias individuales y tres en dobles. Pero antes ha rellenado su historial con datos importantes.

Finalista júnior de Wimbledon en 1996 ante el bielorruso Vladimir Voltchov, medalla de bronce en dobles en los JJ.OO. de Atenas, con su compatriota Mario Ancic, representante de los jugadores en el Consejo de la ATP, y esta semana, número 12 del mundo.

Ha coronado una gran temporada en la que ha ganado dos títulos ATP seguidos, Metz (a Gael Monfills en la final) y Viena (Juan Carlos Ferrero), el challenger de Zagreg, y ser subcampeón en cuatro más, tres de ellas perdidas ante Roger Federer: Doha, Rotterdam y Dubai, y otra más, Marsella contra Joachim Johansson. Y está en la lucha por uno de los puestos para la Copa Masters de Shangai. Su entrenador físico es el español Salvador Sosa y en el 2004 ganó su primer título en Lyon, en pista cubierta. Le dedicó su victoria en Viena a Ivanisevic.